[portugués/gallego]

[Italiano]

[Francés]

Ángeles Maestro

En Rusia es muy conocida esta frase atribuida a Pushkin: Si quieres escuchar tonterías, deja que un europeo hable sobre Rusia. Y es cierto, sobre todo en el caso de las élites políticas occidentales. Probablemente por eso han perdido una tras otra las guerras contra ella, a pesar de los gigantescos aparatos bélicos desplegados.

Para las organizaciones políticas revolucionarias – sobre todo para aquellas que han comprendido la esencia imperialista de la guerra de la OTAN contra Rusia que usa como ariete el fascismo ucraniano – es vital intentar analizar la complejidad y las contradicciones de la Rusia actual, por muchas razones que no voy a enumerar, pero sobre todo, porque está actuando en primera línea.

Sin atribuirme la capacidad de comprender en profundidad los procesos en juego en ese enorme país, si creo que es posible trazar algunas líneas de estudio tomando como referencia a analistas y escritores que además de dedicarse con clarividencia a desentrañar la realidad de su país, consideran, como la mayoría de la población rusa y bielorrusa, que el hundimiento de la URSS fue una inmensa catástrofe. Sin duda, el más lúcido de los que he podido consultar es Serguei Kurginyan, dirigente del movimiento político “Esencia del Tiempo”1 , y a sus análisis me remito en muchas de las consideraciones que aquí transmito.

Treinta años después del hundimiento de la URSS, la guerra en Ucrania, y sobre todo las posibilidades de que se transforme en un conflicto de larga duración, están obligando a la sociedad rusa a despertar de un prolongado letargo basado en las falsas ilusiones de “entrar en occidente” o al menos, de mantener relaciones amistosas con él. Por otra parte, la rebelión militar dirigida por el líder del grupo Wagner, Yevgeni Prigozhin, el pasado mes de junio, ha puesto de manifiesto debilidades y contradicciones profundas presentes en la propia estructura del Estado que, de no resolverse positivamente, podrían poner en cuestión la victoria de Rusia en una guerra larga, más allá de Ucrania, que, con toda la razón, se considera como existencial.

Sin entrar a valorar en este artículo las causas internas y externas del colapso de la URSS, quiero destacar algunos hechos que contribuyen a explicar la situación actual: la destrucción de la estructura social se realizó en un tiempo récord, se demolieron los aparatos del estado soviéticos para sustituirlos por otros proclives a occidente, se cerraron miles de empresas y se privatizó buena parte de ellas. Las consecuencias fueron brutales para la población. Según el CIDOB: “En 1995 el índice de mortalidad creció un 70% por comparación con el año 1989, llegando a la cifra de sobremortalidad de 2,2 millones de personas al año”2. Los suicidios, los asesinatos, las drogas, las mafias, el alcoholismo, el abandono de niños, la morbilidad por enfermedades prácticamente erradicadas, etc, reflejan el desplome total de una sociedad.

Estos hechos no sucedieron en toda la URSS. En Bielorrusa, Lukashenko, viendo el desastre, no sólo no privatizó empresas y servicios, sino que revirtió las pocas privatizaciones realizadas. La gráfica que siguei, que relaciona la mortalidad por tuberculosis entre países de las ex URSS que siguieron las políticas del FMI (todos excepto Bielorrusia) y los que no las siguieron es suficientemente explícita.

Tomado de: Stuckler, D., King, L. P. y Basu, S. (2008). International Monetary Fund Programs and Tuberculosis Outcomes in Post-Communist Countries. PLos Medicine 5 (7): e143. DOI: 10.1371/journal.pmed.0050143

Un técnico estadounidense destinado a Rusia en la época se expresaba así: “Me di cuenta rápidamente de que el plan de privatizaciones de la industria rusa se iba a llevar a cabo de la noche a la mañana, con costes muy altos para centenares de miles de personas (…) Se iban a fulminar decenas de miles de empleos. Pero además las fábricas que iban a cerrar proveían a la población de escuelas, hospitales, atención sanitaria y pensiones de la cuna a la tumba. Informé de todo esto en Washington y les dije que allí no iba a quedar red alguna de seguridad social. Comprendí claramente que se trataba precisamente de eso; querían eliminar todos los restos posibles del estado para que no volviera el Partido Comunista”3.

La desaparición de la URSS fue una hecatombe social. No sólo se destruyeron en un tiempo récord las estructuras del estado soviético – como si los dirigentes imperialistas hubieran leído “El estado y la revolución”- se demolió modo de vida y se intentó aniquilar la identidad de su pueblo.

La vivencia de todo este desastre, el imperialismo lo llamó “terapia de choque”, ocasionó en la población un trauma severo en todos los órdenes que no se ha rehabilitado. Kurginyan, que viene analizando este proceso en profundidad, lo llama “heridas en la conciencia”, y valora que “la conciencia deformada pierde su adecuación y no puede comprender normalmente lo que ocurre en el tiempo y en el espacio”4.

Sobre esa profunda herida social se erigió la Rusia postsoviética. Se construyó una sociedad amnésica y anestesiada, con un profundo vacío ideológico, que en parte ocupó la iglesia ortodoxa5 , sobre la ausencia de todo proyecto colectivo en una sociedad en la que lo comunitario – más allá de la superestructura política – estaba profundamente inscrito en la conciencia popular. A ello se sumaron las insultantes desigualdades sociales producto del robo impune de empresas socializadas y la degradación científica, cultural y educativa.

La destrucción, autodestrucción, de las fuerzas productivas rusas de alta tecnología es uno de los factores determinantes de la profunda regresión sufrida por la Rusia postsoviética. Como señala Kurginyan, ningún otro país, en ningún proceso político, ha hecho algo parecido. Quizás ahora, habría que incorporar a la UE a esas excepciones históricas de autoaniquilación productiva, exactamente bajo el mismo hegemón.

En definitiva, los aparatos del Estado de esa Rusia mutilada y desestructurada, estaban, y lo están en buena mediada, controlados por élites políticas y económicas – preparadas y dirigidas desde mucho tiempo antes por estructuras como el Club de Roma, o la soviética “Firma”6 – Estas élites fueron las que dirigieron la demolición de la URSS y las que, además de apropiarse de gran parte de los recursos del país, actuaron como valedores de las políticas del imperialismo para Rusia. Este nuevo poder, gestado desde el interior de las estructuras del Estado ruso modificó totalmente su naturaleza; el Ejército, el más sovietizado, constituye una excepción relativa. Esta oligarquía, política y económica, y el correspondiente engranaje del Estado, ha estado trabajando durante treinta años para el objetivo que se presentó como un sueño dorado: “entrar en occidente”.

Los cambios paulatinos en la política exterior de Rusia

Desde la desaparición de la URSS, EEUU – secundado de forma contradictoria por la UE hasta su subordinación absoluta actual a la OTAN y apoyado de forma cada vez menos encubierta por el Estado sionista – fue arrasando uno tras otro países cuyos gobiernos no se sometían a sus designios: Iraq (1991, 2003), Yugoslavia (1999), Afganistán (2001), Libia (2011).

Hasta el caso de Libia, en todo este sangriento proceso, la representación rusa en el Consejo de Seguridad de la ONU votó a favor de todas las resoluciones que amparaban las criminales agresiones militares del imperialismo, incluida la Resolución 1244 de 1999 que daba vía libre a los bombardeos de la OTAN sobre la nación hermana de Yugoslavia.

La destrucción completa a manos de la OTAN de Libia en 2011, el país más desarrollado de África y que sustentaba importantes proyectos de soberanía para el continente, también fue avalada por el CS de la ONU, pero esta vez China y Rusia se abstuvieron.

Este momento marca un punto de inflexión en la política exterior Rusa que alineada con China, ha vetado a partir de entonces todos los proyectos de resolución presentados por el imperialismo euro-estadounidense para avalar su intervención militar en Siria. Además, como es bien sabido, Rusia aceptó la solicitud de ayuda militar del gobierno sirio que ha contribuido decisivamente a modificar una correlación de fuerzas en la zona, que ya venía gestándose. A este respecto hay que destacar acontecimientos tan importantes en la región como la derrota de Israel en 2006 por una coalición libanesa liderada por Hezbolah y que marca el comienzo del desarrollo del Eje de la Resistencia anti-imperialista y antisionista7.

Los intentos de los dirigentes rusos de mantener buenas relaciones con occidente, incluidas sus sorprendentes propuestas de entrada en la OTAN, fueron chocando progresivamente desde 1999, fecha en la que Polonia, Hungría y la República Checa se integran en la Alianza, con la evidencia de que el imperialismo anglosajón no perseguía otra cosa que la desintegración de Rusia previa a su dominación. Doce países de la zona de influencia de la URSS se incorporaron a la Alianza, desde que en 1991 se aprobara un documento8 suscrito por los Ministros de AA.EE. de Reino Unido, EEUU, Francia y Alemania en el que se le garantizaba a Rusia que la OTAN no se ampliaría hacia el Este.

No se trató sólo de la incorporación de nuevos países. Las sucesivas maniobras militares del OTAN fueron ratificando materialmente lo que los documentos de Seguridad Nacional de EEUU afirmaban con toda claridad: Rusia, seguida inmediatamente por China, era el enemigo principal9.

Se fue configurando así un cambio progresivo pero radical en la política de alianzas políticas, económicas, militares, culturales, deportivas, etc, que sitúa a Rusia, junto a China, como columnas vertebrales de un frente multipolar, que no hace más que ampliarse sobre la base del respeto a la soberanía y la independencia de los países, frente a un imperialismo que sólo ofrece la política de las cañoneras. Insisto, no obstante, en que todo este proceso se lleva a cabo con grandes contradicciones en el interior de unas estructuras estatales y gubernamentales rusas construidas para objetivos políticos totalmente diferentes.

El golpe fascista de febrero 2014 en Ucrania, diseñado, financiado y organizado por EEUU y la UE, incluyendo todo tipo de atrocidades como la masacre de la Casa de los Sindicatos de Odesa, la persecución y tortura de la población de cultura rusa o los bombardeos cotidianos de la población civil del Donbas, estaba claramente dirigido contra Rusia. Era una amenaza inminente de guerra, que incluía el ingreso de Ucrania en la OTAN. Aún así, un año después, en 2015, Rusia junto a Francia, Alemania y Ucrania firmó el Acuerdo de Minsk que planteaba una solución negociada al conflicto del Donbas. Ángela Merkel declaró en diciembre de 2022 que no había ninguna intención de cumplir sus condiciones y que tal Acuerdo se firmó para que Ucrania ganara tiempo para armarse10.

La firma del Acuerdo de Minsk no se produjo porque Rusia fuera engañada, como se suele decir. Fue el último acto de un Estado, construido a la medida de los intereses de occidente, que se resistía a enfrentar la evidencia: el imperialismo anglo-sajón iba a declarar la guerra a Rusia.

La Operación Militar Especial, un camino sin retorno.

La decisión del gobierno ruso de intervenir militarmente en Ucrania supone un paso decisivo para en futuro de Rusia. Le conecta directamente con un sentimiento popular que, a pesar de todo, conserva marcado a fuego en su cerebro el recuerdo de los 27 millones de muertos que le costó a la URSS derrotar al fascismo, y que forma parte indeleble de la identidad nacional rusa. Ese sentimiento popular que incluye la reivindicación de la Unión Soviética sin que se haya concretado aún como objetivo político, y que va creciendo cada vez más como muestran hasta las encuestas occidentales, ha sufrido y sufre como propias las masacres de los nazis ucranianos en el Donbas y clamaba por el apoyo militar a sus milicias populares. Implica también el odio creciente a los oligarcas, los denostados “nuevos ricos”, y con él al individualismo consumista identificado con occidente.

El imperialismo juega con los oligarcas como quinta columna. Ellos, que deben a occidente sus fabulosas fortunas y que tan jugosos negocios estaban haciendo con sus bancos y multinacionales, son también los valedores de sus políticas. Por si acaso flaqueaban a la hora de ejercer sus influencias en el Estado, contra ellos se han dirigido buena parte de las sanciones. Sintiendo sus presiones y comprobando las importantes pérdidas sufridas por sus empresas, los mayores magnates como Mordashov (siderúrgica Everstal, minería de oro NordGold, banco Rossiya), Tinkov (banco digital Tinkoff), Mixail Fridman (supermercados DIA y AlfaBank) y algunos otros, han clamado contra la guerra, lamentándose amargamente por la muerte de inocentes, pronunciándose contra el gasto militar, etc.

Putin les fulminó inmediatamente, sólo con palabras, tratándolos de títeres de occidente y amenazando con que “el pueblo ruso sabría limpiar adecuadamente a los traidores, escupiéndoles como mosquitos que se meten accidentalmente en la boca”. El tratamiento pareció surtir efecto y las pocas algaradas que se convocaron “contra la guerra” quedaron en agua de borrajas.

A pesar de ello, los conflictos de fondo siguen desarrollándose, entre el reto histórico que supone la necesidad de responder a una confrontación militar a gran escala y durante largo tiempo con un enemigo muy poderoso, con unos aparatos del Estado diseñados para otros objetivos y una estructura social que, hasta ahora, no parece ser consciente de que muchas cosas deben cambiar para ser capaz de hacerle frente.

A pesar de que la supuesta contraofensiva ucraniana resulto un fiasco, no por ello dejará el imperialismo de inundar al gobierno de Kiev con todo tipo de armas “hasta el último ucraniano”. “Lo único que Occidente no quiere hacer y no hará, por ahora, es poner a su propio pueblo bajo las balas. Unos cinco millones de hombres ucranianos, que ya han sido vendidos a Occidente por cerca de un billón de dólares, están destinados a este fin. La élite ucraniana está muy satisfecha con este sangriento intercambio”, señala Kurginyan.

Además, recuerda que las palabras que señalaron desde el principio los objetivos de la intervención militar “la desnazificación y la desmilitarización de Ucrania”, no son un mantra vacío de sentido, sino que por el contrario muestran el núcleo de la cuestión11. El fascismo que se ha desarrollado en Ucrania, seguido por alrededor de un millón de personas, alimentado por el imperialismo y al que ha entregado todos los recursos del estado, es especialmente bestial y considera a los rusos como su enemigo principal. Sería un gran error subestimar esa fuerza, señala el dirigente de “Esencia del Tiempo”.

Lo que la rebelión militar de Prigozhin ha puesto de manifiesto.

Los delirantes análisis de los “expertos” occidentales sobre los Wagner, que pasaron de ser para ellos de paladines de la libertad a sucios mercenarios, ponen de manifiesto que no tenían la menor idea de que la rebelión se iba a producir y que no entienden lo que sucede en Rusia. Todo ello, dice Kurginyan, no exime al pueblo ruso de valorar en profundidad lo ocurrido y, sobre todo, de extraer las consecuencias.

Para crear los Wagner el Estado invirtió ingentes cantidades de dinero, armamento y se les otorgaron grandes poderes, como por ejemplo, el reclutamiento. Se creó, señala Kurginyan, un sistema paralelo al del Ministerio de Defensa. Y, ese sistema, se creó por mandato del Presidente del Gobierno y le obedecía a él directamente. ¿A qué responde su creación? ¿Cuándo un líder, se pregunta Kurginyan, crea un sistema paralelo?. Y se responde: “En primer lugar cuando sospecha que el sistema no le es del todo leal, y en segundo lugar, cuando sospecha que no cumple con las tareas que tiene asignadas”.

La rebelión de Prigozhin ha puesto de manifiesto las graves contradicciones existentes. Su fracaso, creyó que parte sustancial del ejército iba a seguirlo, si bien ha permitido al sistema, léase el Ministerio de Defensa, confrontar directamente con el sistema paralelo creado por Putin y eliminar, por el momento, la posibilidad de alternativas, no le ha destruido.

El juego interno de fuerzas se puso en evidencia. La rebelión de los Wagner, que se encaminó a Moscú prácticamente sin oposición interna, terminó con un indulto y con Prigozhin participando en la Cumbre África – Rusia, en San Petersburgo. Además, nuevas tareas de Estado han llegado para los Wagner: Bielorrusia, tras la inteligente y oportuna mediación de Lukashenko, y la intervención en África a petición de los nuevos movimientos anticoloniales de diferentes países del Sahel.

Los grandes problemas siguen sin resolver y son en el sentido estricto de la palabra, estructurales. Una parte del Estado ruso, es decir, la representación de los oligarcas en los poderes del Estado, estaría abogando por una paz negociada con Ucrania, casi a cualquier precio, y volver a las buenas relaciones y negocios anteriores, y otra es consciente del carácter irreversible de la ruptura con occidente y de la envergadura de la confrontación que deberá asumir el pueblo ruso. “El sistema existente fue construido para ser parte de la civilización occidental y, por lo tanto, no puede estar en guerra con esta civilización, insiste Kurginyan. No puede garantizar estratégicamente que Rusia se enfrente a Occidente, que es 10 veces más poderoso que Rusia, durante mucho tiempo. Si un sistema creado para los viejos propósitos no logra hacer frente a la nueva situación, acumulará disfunción. No se trata de individuos como Shoigu, Gerasimov, Surovikin, etc., sino de la arquitectura del sistema, construida para otras tareas, para otros tipos de guerra”.

La disfunción esencial entre el “sistema”, la maquinaria del Estado y las élites económicas a las que sirve, y los objetivos – la guerra contra occidente – radicalmente diferentes a los que responde su creación y funcionamiento, puede dar lugar a que sea precisamente el “sistema” el que cambie la realidad, para adecuarla a las finalidades que le dieron origen. Y si eso se pretendiera materializar, se pregunta el dirigente de la Esencia del Tiempo, ¿quién se convierte en su principal oponente? El que le impide hacer lo de siempre: trabajar poco, robar mucho y drogarse. ¿Quién es el estorbo? Objetivamente: el líder del país.

Los grandes retos de Rusia.

El país se enfrenta a una guerra de larga duración frente a un enemigo muy poderoso, que va más allá de Ucrania y que puede resurgir en Polonia, Países Bálticos, etc. Todo ello en un marco en el que EEUU se prepara para enfrentar a la gran potencia que empieza a superarles y a disputar su hegemonía, China. En este caso, plantea lúcidamente Kurginyan, “cuando EEUU se ve superado por algún país según sus propias reglas, no le dan un premio, sino que cambian las reglas del juego. La introducción de la agenda ambiental o la pandemia Covid, son buenos ejemplos de cómo cambian las reglas del juego”12 Y para enfrentarse a China, no basta desestabilizar Taiwan; no son suficientes las batallas navales. Como planteaba el geógrafo británico Mackinder, para que un imperio marítimo domine el planeta, primero tiene que controlar el “corazón continental”, el “pivote del mundo”, es decir, Rusia13.

Las previsiones del gobierno ruso de una rápida victoria militar en Ucrania, resultaron completamente erróneas, aunque afortunadamente identificó como objetivos la desnazificación y la desmilitarización del régimen de Kiev. Una vez más el “sistema” postsoviético intentaba obviar la realidad: Rusia no estaba sólo frente a un conflicto con Ucrania, se trataba de una guerra contra la OTAN. Y, claro que había que desnazificar y desmilitarizar Ucrania, pero era occidente quien había colocado a los fascistas en el poder y los armaba hasta los dientes.

Rusia se enfrenta a una guerra de larga duración contra la OTAN, una guerra de posiciones, de desgaste, que además no acabará con la guerra de Ucrania. En muchos aspectos esta guerra es todavía más terrible que la II Guerra Mundial y el pueblo ruso debe saber la verdad. Y la verdad aprendida en la Gran Guerra Patria, es que esa guerra se pudo ganar sólo porque la dictadura del proletariado, es decir, el proletariado erigido en clase dirigente, fue capaz de comprender y transmitir al conjunto de la sociedad soviética el gigantesco reto que debía asumir: la defensa de la humanidad contra el fascismo, de la humanidad contra la esclavitud, de la vida contra la muerte. Y todo ello, se resumió en una consigna bien concreta: “Todo para el Frente, Todo por la Victoria”. Y el pueblo soviético latió y actuó como un solo ser colectivo.

La enorme potencia que el pueblo soviético fue capaz de desplegar no respondía sólo a un deber patriótico. Defendía también su dictadura del proletariado, la primera revolución obrera triunfante, y por ello, tenía una dimensión internacional, no sólo antifascista, sino histórica para la clase obrera mundial.

La Rusia de hoy tiene ante sí grandes retos que superar para enfrentar a un enemigo no inferior al que enfrentó la URSS. Kurginyan identifica dos objetivos:

En primer lugar, abordar un salto científico – técnico en el complejo militar – industrial que permita superar al enemigo con todo tipo de armamento y de equipos. Después de la destrucción de las empresas y equipos más avanzados de la URSS, para ganar la guerra contra la OTAN – más allá de Ucrania – es preciso dar un salto descomunal. Las palabras de Stalin en 1931 fueron claves para la victoria en la Gran Guerra Patria: “si en diez años no recorremos el camino que costó a las potencias occidentales entre 50 y 100 años, seremos aplastados”. Rusia necesita reconstruir la poderosa industria de bienes de equipo, destruida durante el colapso de la URSS, imprescindible para poner en marcha al nivel requerido el complejo militar industrial. A su vez, esto precisa el concurso del sistema educativo para la preparación acelerada de cuadros técnicos y de capacidades humanas en alguna medida semejante al esfuerzo de la sociedad soviética en los años previos y durante la II Guerra Mundial.

La URSS lo pudo hacer gracias a la industrialización, que requería que toda la sociedad funcionara como un puño en movimiento. Y la gran duda es, ¿lo podrá hacer la Rusia actual?

En segundo lugar, es imprescindible abordar la batalla ideológica, la lucha de ideas contra el imperialismo y el fascismo. No es sólo Ucrania, el fascismo crece en toda Europa y en EEUU. Es inútil que Rusia espere que la extrema derecha la trate mejor que la actual élite occidental. ¡Es exactamente todo lo contrario!, afirma Kurginyan. Además, la moral del ejército decae si no hay un trabajo ideológico poderoso y si la sociedad no está penetrada por ese impulso espiritual. Y “si el jolgorio en la retaguardia no desaparece, si el robo no desaparece, advierte, entonces la victoria en una guerra larga es imposible”. La guerra de la información no debe llevarse a cabo en el lenguaje de las ovejas. Kurginyan aboga por un sistema de movilización, de despliegue, y un sistema de formación de nuevos cuadros que pueda convertir a las «sub-ovejas» en «perros lobo». Y no se trata de sacar banderas y de dar lecciones de patriotismo en las escuelas, sino de la movilización de un millón de personas en el bando antifascista. Pero hasta ahora, subraya, se ha hecho todo lo posible para que esto no sucediera.

El problema de fondo es cómo despertar la fuerza vital necesaria para galvanizar a una sociedad que se creyó el mito ideológico del capitalismo y que en buena medida vive ajena a lo que sucede en el frente; a una clase obrera que asiste desmoralizada e impotente al robo cotidiano de la oligarquía y que no ha rehabilitado las “heridas de la conciencia” porque eso sólo puede hacerse reanudando el hilo histórico de la lucha por su emancipación.

Kurginyan plantea activar el resorte antifascista que sin duda es muy potente en Rusia. El asunto es si la comprensión histórica colectiva e internacional de lo que entraña el fascismo, y sobre todo, la actuación consecuente para impedir que triunfe – Cueste lo que Cueste, Todo para el Frente, Todo para la Victoria – es posible abordarla sin la reconstrucción de la herramienta que concentra la fuerza obrera y popular: el partido comunista.

La lucha es internacional

La situación internacional actual guarda semejanzas con la II Guerra Mundial. La voluntad manifiesta de control del mundo por parte de la Alemania nazi está representada hoy sin tapujos por el imperialismo anglosajón, inmerso en una crisis económica terminal y cuya hegemonía en decadencia le empuja a la guerra como única opción.

Tras la derrota de la República española y en pleno auge del fascismo, Alemania fue ocupando uno tras otro los países europeos sin apenas resistencia. Hoy el sometimiento de la UE a la OTAN, dirigida con mano de hierro por EE.UU, con su territorio plagado de bases militares, es absoluto. También lo es el vasallaje de la política económica europea, autodestrucción incluida, a los intereses estadounidenses. A ello hay que añadir la colonización cultural o el control de los medios de comunicación, es un escenario político de auge del fascismo, hoy como entonces, facilitado por la socialdemocracia.

Es en este contexto en el que hay que analizar el apoyo económico y militar masivo del imperialismo a la Ucrania nazi. No se trata sólo de que use al pueblo ucraniano como carne de cañón. La alianza es mucho más íntima y más antigua. Es la propia continuidad del nazismo alemán en los aparatos políticos y militares de EE.UU y de la OTAN14, es el odio primario a todo lo ruso de los banderistas ucranianos y, sobre todo, es el fascismo con la supresión de derechos y libertades, con la represión salvaje y la militarización social, el que necesita el capitalismo en crisis irreversible y la guerra imperialista a gran escala que se está gestando.

Es el pueblo ruso, como ayer el soviético, el que ha comprendido que es su propia identidad y existencia como pueblo la que está en juego; aunque como hemos visto – si bien ha sido capaz de responder atacando a la amenaza ucronazi – su situación objetiva y subjetiva dista mucho de ser la de entonces.

Como se ha venido analizando, hoy no se vislumbra la solución a la incógnita de si el pueblo ruso será capaz o no de llevar a cabo las transformaciones revolucionarias que le permitan afrontar con éxito las tareas vitales para su futuro y para el resto de los pueblos. Lo que es cierto es que, tras treinta años de dominación ideológica, el pueblo ruso demuestra con sus actos – seguramente porque la herencia recibida es muy poderosa – que no ha sido doblegado. El apoyo popular mayoritario e incontestable a la intervención militar contra el fascismo en Ucrania es un gran ejemplo.

Lo que es una realidad incuestionable, tanto para el pueblo ruso, como para el resto de los pueblos del mundo – especialmente para los de Europa – es que nos encaminamos a una época de gran inestabilidad política caracterizada por profundos cambios destructivos en los medios de producción y en las condiciones de vida de millones de personas y por la imposición de un escenario de guerra permanente de intensidad variable contra Rusia y China.

La agudización de la lucha de clases en situaciones de profundas crisis, y sobre todo la guerra, amplían e intensifican las contradicciones internas de la burguesía, debilitan su hegemonía ideológica, y abren, como se ha demostrado históricamente, posibilidades de revolución obrera y popular. Y hoy, más que nunca, es imprescindible que la lucha que la clase obrera y los sectores populares desarrollen en cada lugar tenga dimensión internacional.

El atraso organizativo y político en la construcción de la única herramienta que ha demostrado ser capaz tanto de conducir a la victoria la revolución, como de derrotar al fascismo, el partido comunista, debe dejar de ser una justificación o un lamento. Debe convertirse en el campo de trabajo en el que los comunistas y las comunistas de hoy llevemos a cabo las tareas históricas de las que depende, no sólo la revolución socialista, sino el futuro de la humanidad.

Agosto de 2023

1 ehttps://rossaprimavera.run lengua rusa. Su caracterización política y la traducción de algunas de sus principales publicaciones al castellano pueden consultarse aquí: https://eu.eot.su/es/acerca-de/

2 https://apuntesdedemografia.com/2022/03/18/el-misterio-de-la-mortalidad-en-rusia/

3Maestro, A. (2020) Crisis capitalista, guerra social en el cuerpo de la clase obrera. https://www.lahaine.org/b2-img10/Angeles_Maestro_ESP.pdf

4 https://rossaprimavera.ru/video/afb341fb

5 El intento de EE.UU. de colonizar Rusia con grupos evangelistas inmediatamente después del colapso de la URSS, al igual que hizo en América Latina, sin embargo, no prosperó.

6https://tsargrad.tv/news/sekret-firmy-s-chego-nachalos-unichtozhenie-sssr_439718

7 El Eje de la Resistencia es un bloque histórico laíco, antiimperialista y antisionista que pretende superar divisiones de carácter religioso o étnico impuestas por el imperialismo, uniendo a los pueblos en un proyecto común de independencia y soberanía sobre sus recursos. Liderado por Hezbollah, agrupa a la <resistencia Palestina, Irán, Siria, Yemen y organizaciones iraquíes.

8 El documento citado se puede consultar aquí: https://espanol.almayadeen.net/news/politics/1558112/otan-prometi%C3%B3-en-1991-no-expandirse-ni-una-pulgada-hacia-el

9 https://www.nytimes.com/2016/02/03/opinion/the-pentagons-top-threat-russia.html?_r=0

10 https://www.msn.com/fr-fr/divertissement/actualite/angela-merkel-les-accords-de-minsk-ont-%C3%A9t%C3%A9-sign%C3%A9s-pour-donner-du-temps-%C3%A0-l-ukraine/vi-AA152UVJ

11 https://rossaprimavera.ru/video/c98f9bd3

12https://rossaprimavera.ru/video/81bf7a03

13https://archivo.kaosenlared.net/las-contradicciones-entre-el-imperialismo-estadounidense-y-el-europeo-controlar-el-pivote-del-mundo/index.html

14 https://cnc2022.wordpress.com/2023/03/07/el-imperialismo-anglosajon-la-otan-y-el-fascismo-caras-de-la-misma-moneda/

i

[portugués/gallego]

A encruzilhada russa

Ángeles Maestro [*]

Avó ucraniana.

Na Rússia é muito comum esta frase atribuída a Pushkin: Se queres escutar tontices, deixa que um europeu fale sobre a Rússia. E é verdade sobretudo no caso das elites políticas ocidentais. Provavelmente por isso perderam as guerras contra ela uma após a outra, apesar dos gigantescos aparelhos bélicos postos em ação.

Para as organizações políticas revolucionárias – sobretudo aquelas que compreenderam a essência imperialista da guerra da NATO contra a Rússia que usa o fascismo ucraniano como aríete – é vital tentar analisar a complexidade e as contradições da Rússia atual, por muitas razões que não vou enumerar, mas sobretudo porque está a atua na linha de frente.

Sem atribuir-me a capacidade de compreender em profundidade os processos em jogo nesse enorme país, creio ainda assim que é possível traçar algumas linhas de estudo tomando como referência analistas e escritores que além de se dedicarem com clarividência a desentranhar a realidade do seu país, consideram, como a maioria da população russa e bielorussa, que o afundamento da URSS foi uma imensa catástrofe. Sem dúvida, o mais lúcido dos que pude consultar é Serguei Kurginyan, dirigente do movimento político “Essência do tempo” [1] e à sua análise me remeto em muitas das considerações que aqui transmito.

Trinta anos depois do afundamento da URSS, a guerra na Ucrânia e sobretudo as possibilidades de que se transforme num conflito de longa duração estão a obrigar a sociedade russa a despertar de uma letargia prolongada baseada nas falsas ilusões de “entrar no ocidente” ou, pelo menos, de manter relações amistosas com ele. Por outro lado, a rebelião militar dirigida pelo líder do grupo Wagner, Yevgeni Prigozhin, no passado mês de Junho, evidenciou debilidades e contradições profundas presentes na própria estrutura do Estado que, a não resolverem-se positivamente, poderiam por em causa a vitória da Rússia numa guerra longa, para além da Ucrânia, que, com toda a razão, é considerada como existencial.

Sem começar a valorar neste artigo as causas internas e externas do colapso da URSS, quero destacar alguns factos que contribuem para expicar a situação atual: a destruição da estrutura social foi realizada num tempo recorde, demoliram-se os aparelhos do Estado soviético para substituí-los por outros propenso ao ocidente, encerraram-se milhares de empresas e privatizou-se boa parte delas. As consequências foram brutais para a população. Segundo o CIDOB: “Em 1995 o índice de mortalidade cresceu 70% em comparação com o ano de 1989, chegando ao número de sobremortalidade de 2,2 milhões de pessoas por ano” [2]. Os suicídios, os assassinatos, as drogas, as máfias, o alcoolismo, o abandono de crianças, a morbilidade por doenças praticamente erradicadas, etc, refletem a derrocada total de uma sociedade.

Estes factos não aconteceram em toda a URSS. Na Bieorússia, Lukashenko, vendo o desastre, não só não privatizou empresas e serviços como também reverteu as poucas privatizações realizadas. O gráfico ao lado que relaciona a mortalidade por tuberculose entre países da ex-URSS que seguiram as políticas do FMI (todos exceto a Bielorússia) e o que não as seguiram é suficientemente explícito.

Um técnico estado-unidense enviado à Rússia na época exprimia-se assim:   “Percebi rapidamente que o plano de privatizações da indústria russa ia ser levado a cabo da noite para o dia, com custos muito altos para centenas de milhares de pessoas (…) Iam-se fulminar dezenas de milhares de empregos. Mas além disso as fábricas que iam encerrar-se proviam a população de escolas, hospitais, cuidados sanitários e pensões do berço à tumba. Informei Washington de tudo isso e disse-lhes que não ia restar qualquer rede de segurança social. Compreendi claramente que se tratava precisamente disso:   queriam eliminar todos os restos possíveis do estado para que não voltasse o Partido Comunista” [3].

O desaparecimento da URSS foi uma hecatombe social. Não só se destruíram num tempo recorde as estruturas do estado soviético – como se os dirigentes imperialistas houvessem lido “O estado e a revolução” – como se demoliu o modo de vida e tentou-se aniquilar a identidade do seu povo.

A vivência de todo este desastre – o imperialismo chamou-o de “terapia de choque” – provocou na população um trauma severo em todos os planos de que não se reabilitou. Kurginyan, que tem analisado este processo em profundidade, chama-o “feridas na consciência” e considera que “a consciência deformadas perde a sua adequação e não pode compreender normalmente o que ocorre no tempo e no espaço” [4].

Sobre esta profunda ferida social ergueu-se a Rússia pós-soviética. Construiu-se uma sociedade amnésica e anestesiada, com um profundo vazio ideológico, que em parte é ocupado pela igreja ortodoxa [5], em cima da ausência de todo projeto coletivo numa sociedade em que o comunitário – para além da superestrutura política – estava profundamente inscrito na consciência popular. A isso somaram-se as insultuosas desigualdades sociais, produto do roubo impune de empresas socializadas e da degradação científica, cultural e educativa.

A destruição, auto-destruição, das forças produtiva russas de alta tecnologia é um dos fatores determinantes da profunda regressão sofrida pela Rússia pós-soviética. Como assinala Kurginyan, nenhum outro país, em nenhum processo político, fez algo parecido. Talvez agora fosse preciso incorporar a UE a essas exceções históricas de auto-aniquilação produtiva, exatamente sob o mesmo hegemon.

Em definitivo, os aparelhos do Estado dessa Rússia mutilada e desestruturada estavam, e em boa medida ainda estão, controlados por elites políticas e económicas – preparadas e dirigidas desde há muito tempo por estruturas como o Clube de Roma ou a soviética “Firma” [6]. Estas elites foram as que dirigiram a demolição da URSS e as que, além de se apropriarem de grande parte dos recursos do país, atuaram como guardiões das políticas do imperialismo para a Rússia. Este novo poder, gestado a partir do interior das estruturas do Estado russo modificou totalmente a sua natureza. E Exército, mais sovietizado, constitui uma exceção relativa. Esta oligarquia, política e económica, e a correspondente engrenagem do Estado, esteve a trabalhar durante trinta anos para o objetivo que foi apresentado como um sonho dourado: “entrar no ocidente”.

As mudanças paulatinas na política externa da Rússia

Desde o desaparecimento da URSS, os EUA – secundados de forma contraditória pela UE até a sua atual subordinação absoluta à NATO e apoiado de forma cada vez menos encoberta pelo Estado sionista – foi arrasando um após o outro países cujos governos não se submetiam aos seus desígnios: Iraque (1991, 2003), Jugoslávia (1999), Afeganistão (2001), Líbia (2011).

Em todo este sangrento processo, até o caso da Líbia a representação russa no Conselho de Segurança da ONU votou a favor de todas as resoluções que amparavam a criminosas agressões militares do imperialismo, inclusive a Resolução 1244 de 1999 que dava via livre aos bombardeios da NATO sobre a nação irmã da Jugoslávia.

A destruição completa da Líbia pela NATO, em 2011, o país mais desenvolvido da África e que sustentava importantes projetos de soberania para o continente, também foi endossada pelo Conselho de Segurança da ONU, mas desta vez a China e a Rússia se abstiveram.

Este momento marca um ponto de inflexão na política externa russa que, alinhada com a China, vetou a partir de então todos o projetos de resolução apresentados pelos imperialismo euro-estado-unidense para apoiar a sua intervenção militar na Síria. Além disso, como é bem sabido, a Rússia aceitou a solicitação de ajuda militar do governo sírio que contribuiu decisivamente para modificar uma correlação de forças na zona, que já se vinha encaminhando. A este respeito há que destacar acontecimentos tão importantes na região como a derrota de Israel em 2006 por uma coligação libanesa liderada pelo Hezbolah e que marca o começo do desenvolvimento do Eixo da Resistência anti-imperialista e anti-sionista [7].

As tentativas dos dirigentes russos de manter boas relações com o ocidente, incluídas suas surpreendentes propostas de entrada na NATO, foram chocando progressivamente desde 1999, data em que a Polónia, a Hungria e a República Checa se integraram na Aliança, com a evidência de que o imperialismo anglo-saxão não pretendia outra coisa senão a desintegração da Rússia antes da sua dominação. Doze países da zona de influência da URSS incorporaram-se à Aliança, desde que em 1991 foi aprovado um documento [8] subscrito pelos ministros de Negócios Estrangeiros do Reino Unido, EUA, França e Alemanha no qual se garantia à Rússia que a NATO não se ampliaria em direção ao Leste.

Não foi só a incorporação de novos países. As sucessiva manobras militares da NATO foram ratificando materialmente o que os documentos de Segurança Nacional dos EUA afirmavam com toda a clareza: a Rússia, seguida de imediato pela China, era o inimigo principal [9].

Foi-se confirmando assim uma mudança progressiva mas radical nas alianças políticas, económicas, militares, culturais, desportivas, etc, que situa a Rússia, juntamente com a China, como colunas vertebrais de uma frente multipolar, que não cessa de ampliar-se com base no respeito à soberania e independência dos países, frente a um imperialismo que só oferece a política das canhoneiras. Insisto, contudo, em que todo este processo é efetuado com grandes contradições no interior de estruturas estatais e governamentais russas construídas para objetivos políticos totalmente diferentes.

O golpe fascista de Fevereiro 2014 na Ucrânia, concebido, financiado e organizado pelos EUA e a UE, incluindo todo tipo de atrocidades como o massacre da Casa dos Sindicatos de Odessa, a perseguição e tortura da população de cultura russa ou os bombardeamentos quotidianos da população civil do Donbass, era claramente dirigido contra a Rússia. Era uma ameaça iminente de guerra, que incluía o ingresso da Ucrânia na NATO. Ainda assim, um ano depois, em 2015, a Rússia junto com a França, Alemanha e Ucrânia firmou o Acordo de Minsk que estabelecia uma solução negociada para o conflito do Donbass. Angela Merkel declarou em Dezembro de 2022 que não havia qualquer intenção de cumprir suas condições e que tal Acordo foi firmado para que a Ucrânia ganhasse tempo para armar-se [10].

A assinatura do Acordo de Minsk não se verificou porque a Rússia foi enganada, como se costuma dizer. Foi o último ato de um Estado, construído à medida dos interesses do ocidente, que resistia a enfrentar a evidência: o imperialismo anglo-saxão ia declarar a guerra à Rússia.

A Operação Militar Especial, um caminho sem retorno

A decisão do governo russo de intervir militarmente na Ucrânia implica um passo decisivo para o futuro da Rússia. Conecta-a diretamente com um sentimento popular que, apesar de tudo, conserva marcado a fogo no seu cérebro: a recordação dos 27 milhões de mortos que custaram à URSS para derrotar o fascismo e que constitui parte indelével da identidade nacional russa. Esse sentimento popular que inclui a reivindicação da União Soviética sem que se haja ainda concretizado como objetivo político, e que vai crescendo cada vez mais como mostram até os inquéritos ocidentais, sofreu e sofre como próprios os massacres dos nazi ucranianos no Donbass e clamava pelo apoio militar às suas milícias populares. Implica também o ódio crescente aos oligarcas, os insultuosos “novos ricos” e, com ele, o individualismo consumista identificado com o ocidente.

O imperialismo joga com os oligarcas como quinta coluna. Eles, que devem ao ocidente suas fabulosas fortunas e que tão sumarentos negócios estavam a fazer com seus bancos e multinacionais, são também os apoiantes das suas políticas. Se por acaso fraquejassem na hora de exercerem suas influências no Estado, contra eles foram dirigidas boa parte das sanções. Sentindo suas pressões e comprovando as importantes perdas sofridas pelas suas empresas, os maiores magnatas como Mordashov (siderúrgica Everstal, mineração de ouro NordGold, banco Rossiya), Tinkov (banco digital Tinkoff), Mixail Fridman (supermercados DIA e AlfaBank) e alguns outros, clamaram contra a guerra, lamentando-se amargamente pela morte de inocentes, pronunciando-se contra o gasto militar, etc.

Putin fulminou-os imediatamente, só com palavras, tratando-os de títeres do ocidente e ameaçando que “o povo russo saberia limpar adequadamente os traidores, cuspindo-os como mosquitos que se metem acidentalmente na boca”. O tratamento pareceu surtir efeito e as poucas berrarias que se convocaram “contra a guerra” ficaram em águas de bacalhau.

Apesar disso, os conflitos de fundo continuam a desenvolver-se, entre o repto histórico que implica a necessidade de responder a uma confrontação militar em grande escala e durante longo tempo com um inimigo muito poderoso, com aparelhos de Estado concebidos para outros objetivos e uma estrutura social que, até agora, não parece ser consciente de que muitas coisas devem mudar para ser capaz de fazer-lhe frente.

Apesar de a suposta contra-ofensiva ucraniana ter resultado num fiasco, nem por isso o imperialismo deixará de inundar o governo de Kiev com todo o tipo de armas “até o último ucraniano”. “A única coisa que o ocidente não quer fazer e não fará, por enquanto, é por o seu próprio povo sob as balas. Uns cinco milhões de homens ucranianos, que já foram vendidos ao ocidente por cerca de um milhão de milhão de dólares (1012), estão destinados a este fim. A elite ucraniana está muito satisfeita com este sangrento intercâmbio”, assinala Kurginyan.

Além disso, recorda que as palavras que assinalaram desde o princípio os objetivos da intervenção militar – “a desnazificação e a desmilitarização da Ucrânia” – não são um mantra vazio de sentido e sim, pelo contrário, mostram o núcleo da questão [11]. O fascismo que se desenvolveu na Ucrânia, seguido por cerca de um milhão de pessoas, alimentado pelo imperialismo e ao qual entregou todos os recursos do estado, é especialmente bestial e considera os russos como o seu inimigo principal. Seria um grande erro subestimar essa força, assinala o dirigente de “Essência do tempo”.

O que a rebelião militar de Prigozhin tornou evidente

As análises delirantes dos “peritos” ocidentais sobre os Wagner, que para eles passaram de paladinos da liberdade a mercenários sujos, põem em evidência que não tinham a menor ideia de que a rebelião se ia verificar e que não entendem o que acontece na Rússia. Tudo isso, diz Kurginyan, não exime o povo russo de avaliar em profundidade o que ocorreu e, sobretudo, de extrair as consequências.

Para criar os Wagner o Estado investiu enorme quantidades de dinheiro, armamento e concedeu-lhe grandes poderes, como por exemplo, o recrutamento. Criou-se, assinala Kurgiyan, um sistema paralelo ao do Ministério da Defesa. E esse sistema foi criado por mandato do Presidente do Governo e obedecia a ele diretamente. A que responde a sua criação? Quando líder, pergunta-se Kurginyan, cria um sistema paralelo? E responde-se; “Em primeiro lugar quando suspeita que o sistema não lhe é de todo leal e, em segundo lugar, quando suspeita que não cumpre as tarefas que lhe foram assinaladas”.

A rebelião de Prigozhin pôs em evidência as graves contradições existentes. Seu fracasso, acreditou que parte substancial do exército ia segui-lo – apesar de ter permitido ao sistema, leia-se o Ministério da Defesa, confrontar diretamente o sistema paralelo criado por Putin e eliminar, por enquanto, a possibilidade de alternativas – não o destruiu.

O jogo interno de forças tornou-se evidente. A rebelião dos Wagner, que se encaminhou a Moscovo praticamente sem oposição interna, terminou com um indulto e com Prigozhin participando na Cimeira África-Rússia, em São Petersburgo. Além disso, novas tarefas de Estado chegaram aos Wagner: a Bielorússia, após a inteligente e oportuna mediação de Lukashenko e a intervenção em África a pedido dos novo movimentos anti-coloniais de diferentes países do Sahel.

Os grandes problemas continuam por resolver e são, no sentido estrito da palavra, estruturais. Uma parte do Estado russo, ou seja, a representação dos oligarcas nos poderes do Estado, estaria a advogar por uma paz negociada com a Ucrânia, quase a qualquer preço, e voltar às boas relações e negócios anteriores, e outra está consciente do caráter irreversível da ruptura com o ocidente e da envergadura da confrontação que o povo russo deverá assumir. “O sistema existente foi construído para ser parte da civilização ocidental e, portanto, não pode estar em guerra com esta civilização, insiste Kurginyan. Não pode garantir estrategicamente que a Rússia o ocidente, que é 10 vezes mais poderoso que a Rússia, durante muito tempo. Se um sistema criado para os antigos propósitos não consegue fazer frente à nova situação, acumulará disfunção. Não se trata de indivíduos como Shoigu, Gerasimov, Surovikin, etc e sim da arquitetura do sistema, construído para outras tarefas, para outros tipos de guerra”.

A disfunção essencial entre o “sistema”, a maquinaria do Estado e as elites económicas a que serve e os objetivos – a guerra contra o ocidente – radicalmente diferentes àqueles que respondem a sua criação e funcionamento, pode dar lugar a que seja precisamente o “sistema” o que mude a realidade, para adequá-la às finalidades que lhe deram origem. E se isso se pretendesse materializar, pergunta-se o dirigente da Essência do tempo, quem se converte no seu principal oponente? O que o impede de fazer o de sempre: trabalhar pouco, roubar muito e drogar-se. Quem é o estorvo? Obviamente, o líder do país.

Os grandes reptos da Rússia

O país enfrenta uma guerra de longa duração frente a um inimigo muito poderoso, que vai para além da Ucrânia e que pode ressurgir na Polónia, países bálticos, etc. Tudo isso num quadro em que os EUA preparam-se para enfrentar a grande potência que começa a superá-los e a disputar a sua hegemonia, a China. Neste caso, coloca lucidamente Kurginyan, “quando os EUA se veem por algum país segundo as suas próprias regras, não lhe dão um prémio e sim mudam as regras do jogo. A introdução da agenda ambiental ou a pandemia Covid são bons exemplos de como mudam as regras do jogo” [12]. E para enfrentar a China, não basta desestabilizar Taiwan; não são suficientes as batalhas navais. Como colocava o geógrafo britânico Mackinder, para que um império marítimo domine o planeta, primeiro tem que controlar o “coração continental”, o “pivot do mundo”, ou seja, a Rússia [13].

As previsões do governo russo de uma rápida vitória militar na Ucrânia resultaram completamente erróneas, ainda que felizmente tenha identificado como objetivos a desnazificação e a desmilitarização do regime de Kiev. Uma vez mais o “sistema” pós-soviético tentava contornar a realidade: a Rússia não estava só frente a um conflito com a Ucrânia, tratava-se de uma guerra contra a NATO. E claro que era preciso desnazificar e desmilitarizar a Ucrânia, mas era o ocidente que havia colocado os fascistas no poder e que os armava até os dentes.

A Rússia enfrenta uma guerra de longa duração contra a NATO, uma guerra de posições, de desgaste, que além disso não acabará com a guerra na Ucrânia. Em muitos aspectos esta guerra é ainda mais terrível do que a II Guerra Mundial e o povo russo deve saber a verdade. E a verdade aprendida na Grande Guerra Pátria é que ela só pôde ser ganha porque a ditadura do proletariado, ou seja, o proletariado erigido em classe dirigente, foi capaz de compreender e transmitir ao conjunto da sociedade soviética o gigantesco repto que devia assumir: a defesa da humanidade contra o fascismo, da humanidade contra a escravidão, da vida contra a morte. E tudo isso foi resumido numa palavra-de-ordem bem concreta: “Tudo para a Frente, Tudo para a Vitória”. E o povo soviético pulsou e atuou como um só ser coletivo.

A enorme potência que o povo soviético foi capaz de mobilizar não respondia só a um dever patriótico. Defendia também sua ditadura do proletariado, a primeira revolução operária triunfante e, por isso, tinha uma dimensão internacional, não só anti-fascista e sim histórica para a classe trabalhadora mundial.

A Rússia de hoje tem diante de si grandes reptos a superar para enfrentar um inimigo não inferior ao que enfrentou a URSS. Kurginyan identifica dois objetivos:

Em primeiro lugar, abordar um salto científico-técnico no complexo militar-industrial que permita superar o inimigo com todo tipo de armamento e de equipamentos. Depois da destruição das empresas e equipamentos mais avançados da URSS, para ganhar a guerra contra a NATO – para além da Ucrânia – é preciso dar um salto descomunal. As palavras de Estaline em 1932 foram chaves para a vitória na Grande Guerra Pátria: “se em dez anos não percorrermos o caminho que custou às potência ocidentais entre 50 e 100 anos, seremos esmagados”. A Rússia necessita reconstruir a poderosa indústria de bens de equipamento, destruída durante o colapso da URSS, imprescindível para por em marcha no nível requerido o complexo militar-industrial. Por sua vez, este precisa do concurso do sistema educativo para a preparação acelerada de quadros técnicos e de capacidades humanas em alguma medida semelhante ao esforço da sociedade soviética nos anos anteriores e durante a II Guerra Mundial.

A URSS pôde fazê-lo graças à industrialização, que requeria que toda a sociedade funcionasse como um punho em movimento. E a grande dúvida é: poderá fazê-lo a Rússia atual?

Em segundo lugar, é imprescindível abordar a batalha ideológica, a luta de ideias contra o imperialismo e o fascismo. Não é só a Ucrânia, o fascismo cresce em toda a Europa e nos EUA. É inútil a Rússia esperar que a extrema direita a trate melhor que a atual elite ocidental. É exatamente ao contrário!, afirma Kurginyan. Além disso, a moral do exército decai se não houve um trabalho ideológico poderoso e se a sociedade não estiver penetrada por essa impulso espiritual. E “se a farra na retaguarda não desaparecer, se o roubo não desaparecer, adverte, então a vitória numa guerra longa é impossível”. A guerra da informação não deve ser feita na linguagem das ovelhas. Kurginyan advoga por um sistema de mobilização, de posicionamento e um sistema de formação de novos quadro que possa converter as “sub-ovelha” em “cães lobos”. E não se trata de sacar bandeiras e dar lições de patriotismo nas escolas e sim da mobilização de um milhão de pessoas no lado anti-fascista. Mas até agora, sublinha, fez-se todo o possível para que isto não acontecesse.

O problema de fundo é como despertar a força vital necessária para galvanizar uma sociedade que acreditou no mito ideológico do capitalismo e em grande medida vive alheia ao que sucede na frente; a uma classe operári que assiste desmoralizada e impotente ao roubo quotidiano da oligarquia e que não reabilitou as “feridas da consciência” porque isso só pode ser feito retomando o fio histórico da luta pela sua emancipação.

Kurginyan propõe ativar a mola anti-fascista que sem dúvida é muito potente na Rússia. A questão é se a compreensão histórica coletiva e internacional do que implica o fascismo e, sobretudo, a atuação consequente para impedir que triunfe – Custe o que Custar, Tudo para a Frente, Tudo para a Vitória – é possível abordá-la sem a reconstrução da ferramenta que concentra a força operária e popular: o partido comunista.

A luta é internacional

A situação internacional atual mantém semelhanças com a II Guerra Mundial. A vontade manifesta de controle do mundo por parte da Alemanha nazi é representada hoje abertamente representado pelo imperialismo anglo-saxão, imerso numa crise económica terminal e cuja hegemonia em decadência empurra-o à guerra como única opção.

Após a derrota da República espanhola e em pleno auge do fascismo, a Alemanha foi ocupando os países europeus um após o outro sem qualquer resistência. Hoje a submissão da UE à NATO, dirigida com mão de ferro pelos EUA, com o seu território praguejado de bases militares, é absoluta. Também o é a vassalagem da política económica europeia, auto-destruição inclusive, aos interesses estado-unidenses. A isso há que acrescentar a colonização cultural ou o controle dos meios de comunicação. É um cenário político de auge do fascismo, hoje como ontem facilitado pela social-democracia.

É neste contexto que é preciso analisar o apoio económico e militar maciço do imperialismo à Ucrânia nazi. Não se trata só de que use o povo ucraniano como carne de canhão. A aliança é muito mais íntima e mais antiga. É a própria continuidade do nazismo alemão nos aparelho políticos e militares dos EUA e da NATO [14], é o ódio primário a todo o russo dos banderistas ucranianos e, sobretudo, é o fascismo com a supressão de direitos e liberdades, com a repressão selvagem e a militarização social, o que necessita o capitalismo em crise irreversível e a guerra imperialista em grande escala que se está a gestar.

Foi o povo russo, como ontem o soviético, que compreendeu que é a sua própria identidade e existência como povo que está em jogo. Ainda que como vimos – se bem que tenha sido capaz de responder atacando a ameaça ucro-nazi – a sua situação objetiva e subjetiva diste muito da de então.

Como se tem analisado, hoje não se vislumbra a solução para a incógnita de se o povo russo será capaz ou não de executar as transformações revolucionárias que lhe permitam enfrentar com êxito as tarefas vitais para o seu futuro e para o resto dos povos. O que é certo é que, após trinta anos de dominação ideológica, o povo russo demonstra com seus atos – certamente porque a herança recebida é muito poderosa – que não foi dobrado. O apoio popular maioritário e incontestável à intervenção militar contra o fascismo na Ucrânia é um grande exemplo.

O que é uma realidade inquestionável, tanto para o povo russo como para o resto dos povos do mundo – especialmente para os da Europa – é que nos encaminhamos para uma época de grande instabilidade política caracterizada por profundas mudanças destrutivas nos meios de produção e nas condições de vida de milhões de pessoas e pela imposição de um cenário de guerra permanente de intensidade variável contra a Rússia e a China.

A agudização da luta de classes em situações de crises profunda, e sobretudo a guerra, ampliam e intensificam as contradições internas da burguesia, debilitam sua hegemonia ideológica e abrem, como se demonstrou historicamente, possibilidades de revolução popular. E hoje, mais do que nunca, é imprescindível que a luta que a classe trabalhadora e os sectores populares desenvolvem em cada lugar tenha dimensão internacional.

O atraso organizativo e político na construção da única ferramenta que demonstrou ser capaz tanto de conduzir a revolução à vitória como de derrotar o fascismo, o partido comunista, deve deixar de ser uma justificação ou um lamento. Deve converter-se no campo de trabalho no qual os comunistas e as comunistas de hoje levarão a cabo as tarefas históricas das quais depende não só a revolução socialista como o futuro da humanidade. 1 https://rossaprimavera.ru Em língua russa. Sua caracterização política e a tradução de algumas das suas publicações principais para o castelhano podem consultar-se aqui: https://eu.eot.su/es/acerca-de/
https://apuntesdedemografia.com/2022/03/18/el-misterio-de-la-mortalidad-en-rusia/
3 Maestro, A. (2020) Crisis capitalista, guerra social en el cuerpo de la clase obrera.    https://www.lahaine.org/b2-img10/Angeles_Maestro_ESP.pdf
https://rossaprimavera.ru/video/afb341fb
5  A tentativa dos EUA de colonizar a Rússia com grupos evangelistas imediatamente depois do colapso da URSS, tal como fez na América Latina, contudo, não prosperou.
6 https://tsargrad.tv/news/sekret-firmy-s-chego-nachalos-unichtozhenie-sssr_439718
7 O Eixo da Resistência é um bloco histórico laico, anti-imperialista e anti-sionista que pretende superar divisões de caráter religioso ou étnico impostas pelo imperialismo, unido os povos num projeto comum de independência e soberania sobre os seus recursos. Liderado pelo Hezbollah, agrupa a resistência Palestina, Irão, Síria, Iémen e organizações iraquianas.
8  O documento citado pode ser consultado aqui: https://espanol.almayadeen.net/news/politics/1558112/otan-prometi%C3%B3-en-1991-no-expandirse-ni-una-pulgada-hacia-el
https://www.nytimes.com/2016/02/03/opinion/the-pentagons-top-threat-russia.html?_r=0
10 https://www.msn.com/fr-fr/divertissement/actualite/angela-merkel-les-accords-de-minsk-ont-%C3%A9t%C3%A9-sign%C3%A9s-pour-donner-du-temps-%C3%A0-l-ukraine/vi-AA152UVJ
11 https://rossaprimavera.ru/video/c98f9bd3
12 https://rossaprimavera.ru/video/81bf7a03
13 https://archivo.kaosenlared.net/las-contradicciones-entre-el-imperialismo-estadounidense-y-el-europeo-controlar-el-pivote-del-mundo/index.html
14 https://cnc2022.wordpress.com/2023/03/07/el-imperialismo-anglosajon-la-otan-y-el-fascismo-caras-de-la-misma-moneda/

21/Agosto/2023

[*] Dirigente da Coordenação de Núcleos Comunistas, Espanha.

O original encontra-se em cnc2022.wordpress.com/2023/08/21/la-encrucijada-rusa/

Este artigo encontra-se em resistir.info

[Italiano]

Il crocevia russo.

Angeles Maestro

In Russia è ben nota la frase attribuita a Puškin: se vuoi ascoltare delle sciocchezze, lascia che un europeo parli della Russia. Ed è vero, soprattutto nel caso delle élite politiche occidentali. Probabilmente è per questo che hanno perso una guerra dopo l’altra contro di essa, nonostante il gigantesco apparato bellico che hanno messo in campo.

Per le organizzazioni politiche rivoluzionarie – soprattutto per quelle che hanno compreso l’essenza imperialista della guerra della NATO contro la Russia utilizzando il fascismo ucraino come ariete – è fondamentale cercare di analizzare la complessità e le contraddizioni della Russia di oggi, per molte ragioni che non elencherò, ma soprattutto perché agisce in prima linea.

Senza pretendere di comprendere a fondo i processi in atto in questo immenso paese, credo sia possibile tracciare alcune linee di studio prendendo come riferimento analisti e scrittori che, oltre a dedicarsi con chiaroveggenza a svelare la realtà del loro Paese, ritengono, come la maggioranza della popolazione russa e bielorussa, che il crollo dell’URSS sia stata un’immensa catastrofe. Senza dubbio il più lucido tra coloro che ho potuto consultare è Serguei Kurginyan, leader del movimento politico «Essenza del tempo»1 , e mi riferisco alla sua analisi per molte delle considerazioni che qui riporto.

A trent’anni dal crollo dell’URSS, la guerra in Ucraina, e soprattutto la possibilità che si trasformi in un conflitto a lungo termine, sta costringendo la società russa a risvegliarsi da un prolungato letargo basato sulle false illusioni di «unirsi all’Occidente» o almeno di mantenere relazioni amichevoli con esso. Inoltre, la ribellione militare guidata dal leader del gruppo Wagner Yevgeni Prigozhin lo scorso giugno ha messo in luce debolezze e contraddizioni profonde nella struttura stessa dello Stato che, se non risolte positivamente, potrebbero mettere in discussione la vittoria della Russia in una lunga guerra oltre l’Ucraina, che è giustamente vista come esistenziale.

Senza entrare nel merito delle cause interne ed esterne del crollo dell’URSS in questo articolo, vorrei sottolineare alcuni fatti che aiutano a spiegare la situazione attuale: la distruzione della struttura sociale è avvenuta in tempi record, l’apparato statale sovietico è stato demolito e sostituito da altri filo-occidentali, migliaia di aziende sono state chiuse e gran parte di esse privatizzate. Le conseguenze furono brutali per la popolazione. Secondo il CIDOB «Nel 1995 il tasso di mortalità è aumentato del 70% rispetto al 1989, raggiungendo la cifra di 2,2 milioni di persone all’anno».2 Suicidi, omicidi, droga, mafie, alcolismo, abbandono dei bambini, morbilità dovuta a malattie praticamente debellate, ecc. riflettono il crollo totale di una società.

Questo non è accaduto in tutta l’URSS. In Bielorussia, Lukashenko, vedendo il disastro, non solo non ha privatizzato imprese e servizi, ma ha annullato le poche privatizzazioni che erano state fatte. Il grafico seguente, che mette in relazione la mortalità per tubercolosi tra i Paesi dell’ex URSS che hanno seguito le politiche del FMI (tutti tranne la Bielorussia) e quelli che non le hanno seguite, è sufficientemente esplicito.

Stuckler, D., King, L. P. y Basu, S. (2008). International Monetary Fund Programs and Tuberculosis Outcomes in Post-Communist Countries. PLos Medicine 5 (7): e143.
DOI: 10.1371/journal.pmed.0050143

Un tecnico americano inviato in Russia all’epoca si espresse in questo modo: «Mi resi subito conto che il piano di privatizzazione dell’industria russa sarebbe stato attuato da un giorno all’altro, con costi altissimi per centinaia di migliaia di persone (…) Decine di migliaia di posti di lavoro sarebbero stati cancellati. Inoltre, le fabbriche che dovevano essere chiuse fornivano alla popolazione scuole, ospedali, assistenza sanitaria e pensioni dalla culla alla tomba. Ho riferito tutto questo a Washington e ho detto loro che non sarebbe rimasta alcuna rete di sicurezza sociale. Capii chiaramente che era proprio quello che stavano cercando di fare; volevano eliminare tutti i possibili resti dello Stato per evitare il ritorno del Partito Comunista”.3

La scomparsa dell’URSS è stata una catastrofe sociale. Non solo le strutture dello Stato sovietico sono state distrutte a tempo di record -come se i governanti imperialisti avessero letto «Lo Stato e la Rivoluzione»- ma anche il modo di vivere è stato demolito e l’identità del suo popolo è stata tentata di essere annientata.

L’esperienza di tutto questo disastro, che l’imperialismo ha chiamato «terapia d’urto», ha causato alla popolazione un grave trauma a tutti i livelli, che non è stato riabilitato. Kurginyan, che ha analizzato a fondo questo processo, lo chiama «ferite nella coscienza» e ritiene che «la coscienza deformata perde la sua adeguatezza e non può normalmente comprendere ciò che sta accadendo nel tempo e nello spazio”4.

La Russia post-sovietica è stata costruita su questa profonda ferita sociale. È stata costruita una società amnesica e anestetizzata, con un profondo vuoto ideologico, in parte colmato dalla Chiesa ortodossa5 , sull’assenza di qualsiasi progetto collettivo in una società in cui il comune – al di là della sovrastruttura politica – era profondamente inscritto nella coscienza popolare. A ciò si aggiungevano le insulse disuguaglianze sociali derivanti dal furto impunito delle imprese socializzate e dal degrado scientifico, culturale ed educativo.

La distruzione, l’autodistruzione, delle forze produttive russe ad alta tecnologia è uno dei fattori determinanti della profonda regressione subita dalla Russia post-sovietica. Come sottolinea Kurginyan, nessun altro Paese, in nessun processo politico, ha fatto qualcosa di simile. Forse ora l’UE dovrebbe essere aggiunta a quelle eccezioni storiche di auto-annullamento produttivo sotto lo stesso egemone.

In breve, gli apparati statali di questa Russia mutilata e destrutturata erano, e sono ancora in gran parte, controllati da élite politiche ed economiche -preparate e dirette molto tempo prima da strutture come il Club di Roma o la «Firma» sovietica6-. Queste élite sono state quelle che hanno diretto la demolizione dell’URSS e che, oltre ad appropriarsi di gran parte delle risorse del Paese, hanno agito come sostenitori delle politiche dell’imperialismo per la Russia. Questo nuovo potere, emerso dall’interno delle strutture dello Stato russo, ne ha cambiato completamente la natura; l’esercito, il più sovietizzato, è una relativa eccezione. Questa oligarchia, politica ed economica, e il corrispondente apparato statale, hanno lavorato per trent’anni verso l’obiettivo che era stato presentato come un sogno d’oro: «entrare in Occidente».

I graduali cambiamenti nella politica estera della Russia

Dalla scomparsa dell’URSS, gli Stati Uniti -contraddittoriamente sostenuti dall’UE fino all’attuale assoluta subordinazione alla NATO e con un sostegno sempre meno occulto da parte dello Stato sionista- hanno spazzato via un Paese dopo l’altro i cui governi non si sono sottomessi ai loro disegni: Iraq (1991, 2003), Jugoslavia (1999), Afghanistan (2001), Libia (2011).

Fino al caso della Libia, durante tutto questo sanguinoso processo, la rappresentanza russa nel Consiglio di Sicurezza delle Nazioni Unite ha votato a favore di tutte le risoluzioni che sostengono le criminali aggressioni militari dell’imperialismo, compresa la risoluzione 1244 del 1999 che ha dato via libera ai bombardamenti della NATO sulla nazione sorella della Jugoslavia.

Anche la distruzione completa della Libia da parte della NATO nel 2011, il Paese più sviluppato dell’Africa e quello su cui si basavano importanti progetti di sovranità per il continente, è stata approvata dal Consiglio di Sicurezza delle Nazioni Unite, ma questa volta Cina e Russia si sono astenute.

Questo momento segna una svolta nella politica estera della Russia che, allineata con la Cina, da allora ha posto il veto a tutte le bozze di risoluzione presentate dall’imperialismo euro-americano per avallare il suo intervento militare in Siria. Inoltre, come è noto, la Russia ha accettato la richiesta di aiuti militari del governo siriano, contribuendo in modo decisivo a modificare la correlazione di forze nella regione, che era già in fermento. A questo proposito vale la pena ricordare eventi importanti nella regione come la sconfitta di Israele nel 2006 da parte di una coalizione libanese guidata da Hezbollah, che segna l’inizio dello sviluppo dell’Asse della Resistenza antimperialista e antisionista.7

I tentativi della leadership russa di mantenere buone relazioni con l’Occidente, comprese le sue sorprendenti proposte di adesione alla NATO, si sono progressivamente scontrati dal 1999, quando Polonia, Ungheria e Repubblica Ceca sono entrate a far parte dell’Alleanza, con l’evidenza che l’imperialismo anglosassone non persegue altro che la disintegrazione della Russia prima del suo dominio. Dodici Paesi della sfera d’influenza dell’URSS sono entrati a far parte dell’Alleanza dal 1991, quando un documento8 firmato dai ministri degli Esteri di Stati Uniti, Regno Unito, Francia e Germania garantiva alla Russia che la NATO non si sarebbe espansa verso est.

Non si trattava solo di aggiungere nuovi Paesi. Le successive esercitazioni militari della NATO ratificavano materialmente ciò che i documenti sulla sicurezza nazionale degli Stati Uniti affermavano chiaramente : la Russia, seguita immediatamente dalla Cina, era il nemico principale.9

Si stava così delineando un cambiamento progressivo ma radicale nella politica delle alleanze politiche, economiche, militari, culturali, sportive, ecc. che pone la Russia, insieme alla Cina, come spina dorsale di un fronte multipolare, che si sta espandendo solo sulla base del rispetto della sovranità e dell’indipendenza dei Paesi, di fronte a un imperialismo che propone solo la politica delle cannoniere. Insisto, tuttavia, sul fatto che tutto questo processo si sta svolgendo con grandi contraddizioni all’interno delle strutture statali e governative russe costruite per obiettivi politici totalmente diversi.

Il colpo di Stato fascista del febbraio 2014 in Ucraina, progettato, finanziato e organizzato dagli Stati Uniti e dall’Unione Europea, che ha incluso ogni tipo di atrocità come il massacro della Casa dei Sindacati di Odessa, la persecuzione e la tortura della popolazione di cultura russa o il bombardamento quotidiano della popolazione civile del Donbas, era chiaramente diretto contro la Russia. Si trattava di una minaccia imminente di guerra, compresa l’adesione dell’Ucraina alla NATO. Eppure un anno dopo, nel 2015, la Russia, insieme a Francia, Germania e Ucraina, ha firmato l’accordo di Minsk per una soluzione negoziata del conflitto nel Donbas. Angela Merkel ha dichiarato nel dicembre 2022 che non c’era alcuna intenzione di rispettare le sue condizioni e che l’accordo era stato firmato per dare tempo all’Ucraina di armarsi.10

La firma dell’accordo di Minsk non è avvenuta perché la Russia è stata ingannata, come spesso si dice. È stato l’ultimo atto di uno Stato, fatto su misura per gli interessi occidentali, che era riluttante ad affrontare l’evidenza: l’imperialismo anglosassone stava per dichiarare guerra alla Russia.

L’operazione militare speciale, una strada senza ritorno.

La decisione del governo russo di intervenire militarmente in Ucraina è un passo decisivo per il futuro della Russia. La collega direttamente a un sentimento popolare che, nonostante tutto, conserva il ricordo dei 27 milioni di morti che costarono all’URSS la sconfitta del fascismo e che costituisce una parte indelebile dell’identità nazionale russa. Questo sentimento popolare, che include una rivendicazione dell’Unione Sovietica non ancora realizzata come obiettivo politico, e che sta crescendo sempre di più, come dimostrano anche i sondaggi occidentali, ha sofferto e soffre come propri i massacri dei nazisti ucraini nel Donbas e ha chiesto a gran voce un sostegno militare per le sue milizie popolari. Ciò implica anche un crescente odio verso gli oligarchi, i vituperati «nouveau riche», e con essi l’individualismo consumistico identificato con l’Occidente.

L’imperialismo gioca con gli oligarchi come quinta colonna. Essi, che devono le loro favolose fortune all’Occidente e che facevano affari succulenti con le loro banche e multinazionali, sono anche i finanziatori delle sue politiche. Nel caso in cui avessero vacillato quando si trattava di esercitare la loro influenza sullo Stato, sono stati il bersaglio di gran parte delle sanzioni. Sentendo la loro pressione e vedendo le pesanti perdite subite dalle loro aziende, importanti magnati come Mordashov (acciaierie Everstal, miniere d’oro NordGold, banca Rossiya), Tinkov (banca digitale Tinkoff), Mixail Fridman (supermercati DIA e AlfaBank) e altri, hanno gridato contro la guerra, lamentando amaramente la morte di innocenti, parlando contro le spese militari, ecc.

Putin si è subito scagliato contro di loro, solo a parole, trattandoli come burattini dell’Occidente e minacciando che «il popolo russo saprà fare piazza pulita dei traditori, sputandoli come zanzare che entrano per sbaglio nella loro bocca». Il trattamento sembrò avere effetto, e le poche rivolte «contro la guerra» che furono indette non approdarono a nulla.

Ciononostante, i conflitti di fondo continuano a svilupparsi, tra la sfida storica di dover rispondere a un confronto militare su larga scala e a lungo termine con un nemico molto potente, con apparati statali progettati per altri scopi e una struttura sociale che, finora, non sembra essere consapevole che molto deve cambiare per essere in grado di affrontarlo.

Anche se la presunta controffensiva ucraina si è rivelata un fiasco, l’imperialismo non smetterà di inondare il governo di Kiev di armi di ogni tipo «fino all’ultimo ucraino». «L’unica cosa che l’Occidente non vuole fare e non farà, per ora, è mettere il proprio popolo sotto i proiettili. Circa cinque milioni di uomini ucraini, che sono già stati venduti all’Occidente per quasi un miliardo di dollari, sono destinati a questo scopo. L’élite ucraina è molto soddisfatta di questo sanguinoso scambio», sottolinea Kurginyan.

Inoltre, ricorda che le parole che hanno segnalato fin dall’inizio gli obiettivi dell’intervento militare, «denazificazione e smilitarizzazione dell’Ucraina», non sono un mantra senza senso, ma al contrario mostrano il nocciolo della questione.11

Il fascismo che si è sviluppato in Ucraina, seguito da circa un milione di persone, alimentato dall’imperialismo e a cui ha consegnato tutte le risorse dello Stato, è particolarmente bestiale e considera i russi come il suo principale nemico. Sarebbe un grave errore sottovalutare questa forza, sottolinea il leader di «Essenza del tempo».

Cosa ha rivelato la ribellione militare di Prigozhin.

Le analisi deliranti degli «esperti» occidentali sui Wagner, che per loro sono passati da campioni di libertà a sporchi mercenari, dimostrano che non avevano idea che la ribellione sarebbe avvenuta e che non capiscono cosa sta succedendo in Russia. Tutto questo, dice Kurginyan, non esime il popolo russo dal valutare a fondo quanto accaduto e, soprattutto, dal trarne le conseguenze.

Per creare i Wagner, lo Stato ha investito enormi quantità di denaro e armi e ha dato loro grandi poteri, come quello di reclutamento. Ha creato, sottolinea Kurginyan, un sistema parallelo a quello del Ministero della Difesa. Questo sistema è stato creato su ordine del Presidente del governo e rispondeva direttamente a lui. Perché è stato creato? Quando un leader, si chiede Kurginyan, crea un sistema parallelo? E risponde: «In primo luogo, quando sospetta che il sistema non gli sia del tutto fedele e, in secondo luogo, quando sospetta che non svolga i compiti che gli sono stati assegnati».

La ribellione di Prigozhin ha messo in luce gravi contraddizioni. Il suo fallimento – credeva che una parte consistente dell’esercito lo avrebbe seguito – se da un lato ha permesso al sistema, leggi Ministero della Difesa, di confrontarsi direttamente con il sistema parallelo creato da Putin e di eliminare, per il momento, la possibilità di alternative, dall’altro non lo ha distrutto.

Il gioco di forze interno è diventato evidente. La ribellione dei Wagner, che è arrivata a Mosca senza praticamente alcuna opposizione interna, si è conclusa con la grazia e la partecipazione di Prigozhin al vertice Africa-Russia a San Pietroburgo. Inoltre, per i Wagner sono arrivati nuovi compiti statali: la Bielorussia, dopo l’abile e tempestiva mediazione di Lukashenko, e l’intervento in Africa su richiesta dei nuovi movimenti anticoloniali in vari Paesi del Sahel.

I problemi principali rimangono irrisolti e sono in senso stretto strutturali. Una parte dello Stato russo, ovvero la rappresentanza degli oligarchi nei poteri statali, sostiene una pace negoziata con l’Ucraina, quasi a qualsiasi prezzo, e un ritorno alle buone relazioni e agli affari precedenti, mentre un’altra è consapevole della natura irreversibile della rottura con l’Occidente e della portata del confronto che il popolo russo dovrà affrontare. «Il sistema esistente è stato costruito per essere parte della civiltà occidentale e quindi non può essere in guerra con questa civiltà, insiste Kurginyan. Non può garantire strategicamente che la Russia resista all’Occidente, che è 10 volte più potente della Russia, per molto tempo ancora. Se un sistema creato per i vecchi scopi non riesce a far fronte alla nuova situazione, accumulerà disfunzioni. Non si tratta di individui come Shoigu, Gerasimov, Surovikin, ecc. ma dell’architettura del sistema, costruito per altri compiti, per altri tipi di guerra».

La disfunzione essenziale tra il «sistema», l’apparato dello Stato e delle élite economiche che serve, e gli obiettivi radicalmente diversi – la guerra contro l’Occidente – a cui il suo Il «sistema» stesso potrebbe essere quello che cambia la realtà per adattarla agli scopi per cui è stato creato e che ha creato. E se questo si concretizzasse, si chiede il leader dell’Essenza del Tempo, chi diventa il suo principale avversario? Colui che gli impedisce di fare quello che ha sempre fatto: lavorare troppo poco, rubare troppo e assumere troppe droghe. Chi è l’ostacolo? Oggettivamente: il leader del Paese.

Le grandi sfide della Russia.

Il Paese sta affrontando una guerra a lungo termine contro un nemico molto potente, che va oltre l’Ucraina e può riemergere in Polonia, negli Stati baltici, ecc. Il tutto in un contesto in cui gli Stati Uniti si preparano a confrontarsi con la grande potenza che comincia a superarli e a contendere loro l’egemonia, la Cina. In questo caso, sostiene lucidamente Kurginyan, «quando gli Stati Uniti vengono superati da un Paese secondo le proprie regole, non lo premiano, ma cambiano le regole del gioco. L’introduzione dell’agenda ambientale o la pandemia di Covid sono buoni esempi di come cambiano le regole del gioco”. 12 E per affrontare la Cina non basta destabilizzare Taiwan; non bastano le battaglie navali. Come sosteneva il geografo britannico Mackinder, per dominare il pianeta un impero marittimo deve prima controllare il «cuore continentale», il «perno del mondo», cioè la Russia.13

Le previsioni del governo russo di una rapida vittoria militare in Ucraina si sono rivelate completamente sbagliate, anche se fortunatamente ha individuato come obiettivi la denazificazione e la smilitarizzazione del regime di Kiev. Ancora una volta il «sistema» post-sovietico cercava di ignorare la realtà: la Russia non stava solo affrontando un conflitto con l’Ucraina, ma una guerra contro la NATO. E, naturalmente, l’Ucraina doveva essere denazificata e smilitarizzata, ma era l’Occidente che aveva messo i fascisti al potere e li aveva armati fino ai denti.

La Russia sta affrontando una guerra a lungo termine contro la NATO, una guerra di posizione, una guerra di logoramento, che non finirà con la guerra in Ucraina. Per molti versi questa guerra è ancora più terribile della Seconda Guerra Mondiale e il popolo russo deve sapere la verità. E la verità appresa nella Grande Guerra Patriottica è che questa guerra ha potuto essere vinta solo perché la dittatura del proletariato, cioè il proletariato come classe dirigente, ha saputo comprendere e trasmettere a tutta la società sovietica la gigantesca sfida che doveva raccogliere: la difesa dell’umanità contro il fascismo, dell’umanità contro la schiavitù, della vita contro la morte. E tutto questo fu riassunto in uno slogan molto concreto: «Tutti per il fronte, tutti per la vittoria». E il popolo sovietico batteva e agiva come un unico essere collettivo.

L’enorme potere che il popolo sovietico era in grado di dispiegare non era solo una questione di dovere patriottico. Difendeva anche la dittatura del proletariato, la prima rivoluzione operaia trionfante, e quindi aveva una dimensione internazionale, non solo antifascista, ma storica per la classe lavoratrice mondiale-

La Russia di oggi deve affrontare grandi sfide per confrontarsi con un nemico non inferiore a quello dell’URSS. Kurginyan individua due obiettivi:

Primo, affrontare un salto tecnico-scientifico nel complesso militare-industriale che permetta di superare il nemico con ogni tipo di armamento ed equipaggiamento. Dopo la distruzione delle imprese e degli equipaggiamenti più avanzati dell’URSS, per vincere la guerra contro la NATO – al di là dell’Ucraina – è necessario fare un salto enorme. Le parole di Stalin nel 1931 sono state fondamentali per la vittoria nella Grande Guerra Patriottica: «se tra dieci anni non ripercorreremo la strada che è costata alle potenze occidentali dai 50 ai 100 anni, saremo schiacciati». La Russia ha bisogno di ricostruire la potente industria dei beni strumentali, distrutta durante il crollo dell’URSS, necessaria per portare il complesso militare industriale al livello richiesto. Questo, a sua volta, richiede l’aiuto del sistema educativo per preparare quadri tecnici e capacità umane a un ritmo accelerato, simile agli sforzi della società sovietica negli anni precedenti e durante la Seconda Guerra Mondiale.

L’URSS è stata in grado di farlo grazie all’industrializzazione, che ha richiesto che l’intera società funzionasse come un pugno in movimento. La domanda che ci si pone è: la Russia di oggi è in grado di farlo?

In secondo luogo, è indispensabile affrontare la battaglia ideologica, la lotta delle idee contro l’imperialismo e il fascismo. Non si tratta solo dell’Ucraina, il fascismo sta crescendo in tutta Europa e negli Stati Uniti. È inutile che la Russia si aspetti che l’estrema destra la tratti meglio dell’attuale élite occidentale, anzi, il contrario, dice Kurginyan. Inoltre, il morale dell’esercito diminuirà se non ci sarà un potente lavoro ideologico e se la società non sarà penetrata da questo impulso spirituale. E «se non scompaiono i bagordi nelle retrovie, se non scompaiono le rapine», avverte, «la vittoria in una guerra lunga è impossibile». La guerra d’informazione non deve essere condotta nel linguaggio delle pecore. Kurginyan sostiene un sistema di mobilitazione, di dispiegamento e di formazione di nuovi quadri che possa trasformare le «sottopecore» in «cani lupo». Non si tratta di tirare fuori le bandiere e dare lezioni di patriottismo nelle scuole, ma di mobilitare un milione di persone dalla parte dell’antifascismo. Ma finora, sottolinea, è stato fatto tutto il possibile per evitare che ciò accadesse.

Il problema di fondo è come risvegliare la forza vitale necessaria a galvanizzare una società che si è bevuta il mito ideologico del capitalismo e vive in gran parte ignara di ciò che accade sul fronte; una classe operaia demoralizzata e impotente di fronte alla rapina quotidiana dell’oligarchia e che non ha riabilitato le «ferite della coscienza» perché ciò può avvenire solo riprendendo il filo storico della lotta per la sua emancipazione.

Kurginyan propone di attivare la molla antifascista che è indubbiamente molto potente in Russia. La domanda è se la comprensione storica collettiva e internazionale di ciò che il fascismo comporta e, soprattutto, l’azione coerente per impedirne il trionfo – Whatever the Cost, All for the Front, All for Victory – possano essere affrontate senza la ricostruzione dello strumento che concentra la forza dei lavoratori e del popolo: il partito comunista.

La lotta è internazionale

L’attuale situazione internazionale presenta analogie con la Seconda guerra mondiale. La volontà manifesta della Germania nazista di controllare il mondo è oggi apertamente rappresentata dall’imperialismo anglosassone, immerso in una crisi economica terminale e la cui egemonia in declino lo spinge alla guerra come unica opzione.

Dopo la sconfitta della Repubblica spagnola e all’apice del fascismo, la Germania occupò i Paesi europei uno dopo l’altro con poca resistenza. Oggi la sottomissione dell’UE alla NATO, guidata con il pugno di ferro dagli USA, con il suo territorio disseminato di basi militari, è assoluta.

Così come il vassallaggio della politica economica europea, compresa l’autodistruzione, agli interessi statunitensi. A ciò si aggiungono la colonizzazione culturale e il controllo dei media, in uno scenario politico di ascesa del fascismo, oggi come allora, agevolato dalla socialdemocrazia.

È in questo contesto che va analizzato il massiccio sostegno economico e militare dell’imperialismo all’Ucraina nazista. Non si tratta solo di usare il popolo ucraino come carne da macello. L’alleanza è molto più intima e molto più antica. È la continuità stessa del nazismo tedesco negli apparati politici e militari degli Stati Uniti e della NATO14 è l’odio primordiale per tutto ciò che è russo degli sbandieratori ucraini e, soprattutto, è il fascismo con la sua soppressione dei diritti e delle libertà, con la sua repressione selvaggia e la militarizzazione sociale, che serve al capitalismo in crisi irreversibile e alla guerra imperialista su larga scala che si sta preparando.

Il popolo russo, come quello sovietico ieri, si è reso conto che è in gioco la propria identità ed esistenza come popolo; anche se, come abbiamo visto – anche se è stato in grado di rispondere attaccando la minaccia uconazista – la sua situazione oggettiva e soggettiva è ben lontana da quella di allora.

Come abbiamo analizzato, oggi non c’è alcuna soluzione in vista alla questione se il popolo russo sarà o meno in grado di realizzare le trasformazioni rivoluzionarie che gli permetteranno di affrontare con successo i compiti vitali per il suo futuro e per il resto dei popoli. Quel che è certo è che, dopo trent’anni di dominio ideologico, il popolo russo sta dimostrando con le sue azioni – sicuramente perché l’eredità ricevuta è così potente – di non essere stato piegato. Il sostegno popolare schiacciante e incontrastato all’intervento militare contro il fascismo in Ucraina ne è un esempio lampante.

La realtà indiscutibile, sia per il popolo russo che per il resto dei popoli del mondo – soprattutto quelli europei – è che ci stiamo avviando verso un’epoca di grande instabilità politica, caratterizzata da profondi cambiamenti distruttivi nei mezzi di produzione e nelle condizioni di vita di milioni di persone e dall’imposizione di uno scenario di guerra permanente di varia intensità contro la Russia e la Cina.

L’acuirsi della lotta di classe in situazioni di profonda crisi, e soprattutto la guerra, ampliano e intensificano le contraddizioni interne della borghesia, indeboliscono la sua egemonia ideologica e aprono, come è stato dimostrato storicamente, possibilità di rivoluzione operaia e popolare. E oggi più che mai è essenziale che la lotta che la classe operaia e i settori popolari sviluppano in ogni luogo abbia una dimensione internazionale.

Il ritardo organizzativo e politico nella costruzione dell’unico strumento che si è dimostrato capace di condurre la rivoluzione alla vittoria e di sconfiggere il fascismo, il partito comunista, deve cessare di essere una giustificazione o un lamento. Deve diventare il campo di lavoro in cui i comunisti di oggi svolgono i compiti storici da cui dipende non solo la rivoluzione socialista ma il futuro dell’umanità.

Agosto 2023

1 In russo: https://rossaprimavera.ru La sua caratterizzazione politica e la traduzione in spagnolo di alcune delle sue principali pubblicazioni sono consultabili qui: https://eu.eot.su/es/acerca-de/

2 https://apuntesdedemografia.com/2022/03/18/el-misterio-de-la-mortalidad-en-rusia/

3 Maestro, A. (2020) Crisis capitalista, guerra social en el cuerpo de la clase obrera. https://www.lahaine.org/b2img10/Angeles_Maestro_ESP.pdf

4 https://rossaprimavera.ru/video/afb341fb

5 Il tentativo degli Stati Uniti di colonizzare la Russia con gruppi evangelici subito dopo il crollo dell’URSS, come già avvenuto in America Latina, non ha tuttavia avuto successo.

6 https://tsargrad.tv/news/sekret-firmy-s-chego-nachalos-unichtozhenie-sssr_439718

7 L’Asse della Resistenza è uno storico blocco laico, antimperialista e antisionista che cerca di superare le divisioni di natura religiosa o etnica imposte dall’imperialismo, unendo i movimenti dei popoli in un progetto comune di indipendenza e sovranità sulle proprie risorse. Guidato da Hezbollah, riunisce la resistenza palestinese, le organizzazioni iraniane, siriane, yemenite e irachene.

8 Il documento è disponibile qui: https://espanol.almayadeen.net/news/politics/1558112/otanprometi%C3%B3-en-1991-no-expandirse-ni-una-pulgada-hacia-el

9 https://www.nytimes.com/2016/02/03/opinion/the-pentagons-top-threat-russia.html?_r=0

10 https://www.msn.com/fr-fr/divertissement/actualite/angela-merkel-les-accords-de-minsk-ont-%C3%A9t%C3%A9

11 https://rossaprimavera.ru/video/c98f9bd3

12 https://rossaprimavera.ru/video/81bf7a03

13 https://archivo.kaosenlared.net/las-contradicciones-entre-el-imperialismo-estadounidense-y-el-europeo-controlar-elpivote-del-mundo/index.html

14 https://cnc2022.wordpress.com/2023/03/07/el-imperialismo-anglosajon-la-otan-y-el-fascismo-caras-de-la-mismamoneda

[Francés]

Le carrefour russe

Angeles Maestro

En Russie, la phrase attribuée à Pouchkine est bien connue : «Si vous voulez entendre des bêtises, laissez un Européen parler de la Russie». Et c’est vrai, surtout dans le cas des élites politiques occidentales. C’est probablement la raison pour laquelle elles ont perdu guerre après guerre contre elle, malgré le gigantesque appareil de guerre qu’elles ont déployé.

Pour les organisations politiques révolutionnaires, surtout pour celles qui ont compris l’essence impérialiste de la guerre de l’OTAN contre la Russie en utilisant le fascisme ukrainien comme bélier, il est vital d’essayer d’analyser la complexité et contradictions de la Russie d’aujourd’hui, pour de nombreuses raisons que je n’énumérerai pas, mais surtout parce qu’elle agit en première ligne.

Sans prétendre avoir la capacité de comprendre en profondeur les processus en jeu dans cet immense pays, je crois qu’il est possible de tracer quelques pistes d’étude en prenant comme référence des analystes et des écrivains qui, en plus d’être clairvoyants pour démêler la réalité de leur pays, considèrent, comme la majorité de la population russe et biélorusse, que l’effondrement de l’URSS a été une immense catastrophe. Le plus lucide de ceux que j’ai pu consulter est sans doute Sergei Kurginyan, leader du mouvement politique «Essence of Time»1 , et je me réfère à son analyse dans nombre des considérations que je développe ici.

Trente ans après l’effondrement de l’URSS, la guerre en Ukraine, et surtout la possibilité qu’elle se transforme en un conflit de longue durée, oblige la société russe à sortir d’une léthargie prolongée fondée sur de fausses illusions de «rejoindre l’Occident», ou au moins d’entretenir des relations amicales avec lui. En outre, la rébellion militaire menée par le chef du groupe Wagner, Evgueni Prigojine, en juin dernier, a révélé des faiblesses et des contradictions profondément ancrées dans la structure même de l’État qui, si elles ne sont pas résolues positivement, pourraient remettre en question la victoire de la Russie dans une longue guerre au-delà de l’Ukraine, qui est considérée à juste titre comme existentielle.

Sans entrer dans les causes internes et externes de l’effondrement de l’URSS dans cet article, je voudrais souligner quelques faits qui contribuent à expliquer la situation actuelle : la destruction de la structure sociale s’est faite en un temps record, l’appareil d’État soviétique a été démoli et remplacé par d’autres, pro-occidentaux, des milliers d’entreprises ont été fermées et une grande partie d’entre elles ont été privatisées. Les conséquences ont été brutales pour la population. Selon le CIDOB : «En 1995, le taux de mortalité a augmenté de 70% par rapport à 1989, atteignant le chiffre de 2,2 millions de surmortalité par an».2 Les suicides, les meurtres, la drogue, les mafias, l’alcoolisme, l’abandon des enfants, la morbidité due à des maladies pratiquement éradiquées, etc. reflètent l’effondrement total d’une société.

Cela ne s’est pas produit dans toute l’URSS. En Biélorussie, Lukashenko, constatant le désastre, non seulement n’a pas privatisé les entreprises et les services, mais a annulé les quelques privatisations qui avaient été effectuées. Le graphique ci-dessous, qui compare la mortalité due à la tuberculose entre les pays de l’ex-URSS qui ont suivi les politiques du FMI (tous sauf la Biélorussie) et ceux qui ne les ont pas suivies, est suffisamment explicite.

Stuckler, D., King, L. P. y Basu, S. (2008). International Monetary Fund Programs and Tuberculosis Outcomes in Post-Communist Countries. PLos Medicine 5 (7): e143. DOI: 10.1371/journal.pmed.0050143

Un technicien américain en poste en Russie à l’époque s’exprime ainsi : «J’ai vite compris que le plan de privatisation de l’industrie russe allait être mis en œuvre du jour au lendemain, avec des coûts très élevés pour des centaines de milliers de personnes (…) Des dizaines de milliers d’emplois allaient être supprimés. Mais en plus, les usines qui allaient être fermées fournissaient à la population des écoles, des hôpitaux, des soins de santé et des pensions du berceau à la tombe. J’ai rapporté tout cela à Washington et je leur ai dit qu’il n’y aurait plus de filet de sécurité sociale. J’ai bien compris que c’était précisément ce qu’ils cherchaient à faire ; ils voulaient éliminer tous les vestiges possibles de l’État afin que le parti communiste ne revienne pas.”3

La disparition de l’URSS a été une catastrophe sociale. Non seulement les structures de l’État soviétique ont été détruites en un temps record, comme si les dirigeants impérialistes avaient lu «L’État et la révolution», mais le mode de vie a été démoli et l’identité de son peuple a été tentée d’être anéantie.

L’expérience de tout ce désastre, que l’impérialisme a appelé «thérapie de choc», a causé à la population un grave traumatisme à tous les niveaux, qui n’a pas été réhabilité. Kurginyan, qui a analysé ce processus en profondeur, l’appelle «blessures de la conscience» et estime que «la conscience déformée perd son adéquation et ne peut normalement pas comprendre ce qui se passe dans le temps et dans l’espace».4

La Russie post-soviétique s’est construite sur cette profonde blessure sociale. Une société amnésique et anesthésiée s’est construite, avec un vide idéologique profond, en partie comblé par l’Église orthodoxe5, sur l’absence de tout projet collectif dans une société où le communautaire -au-delà de la superstructure politique- était profondément inscrit dans la conscience populaire. A cela s’ajoutent les inégalités sociales criantes résultant du vol impuni des entreprises socialisées et la dégradation scientifique, culturelle et éducative.

La destruction, l’autodestruction, des forces productives russes de haute technologie est l’un des facteurs déterminants de la profonde régression dont souffre la Russie post-soviétique. Comme le souligne Kurginyan, aucun autre pays, quel que soit le processus politique, n’a fait quelque chose de semblable. Peut-être faudrait-il maintenant ajouter l’UE à ces exceptions historiques d’auto-anéantissement productif, sous l’égide d’un même hégémon.

En résumé, les appareils d’État de cette Russie mutilée et déstructurée étaient, et sont toujours dans une large mesure contrôlés par des élites politiques et économiques, préparées et dirigées depuis longtemps par des structures telles que le Club de Rome ou la «Firma» soviétique6. Ces élites sont celles qui ont dirigé la démolition de l’URSS et qui, en plus de s’approprier une grande partie des ressources du pays, se sont fait les avocats des politiques de l’impérialisme à l’égard de la Russie. Ce nouveau pouvoir, qui a émergé au sein des structures de l’État russe, a complètement changé sa nature ; l’armée, la plus soviétisée, est une exception relative. Cette oligarchie, politique et économique, et l’appareil d’État correspondant, travaillent depuis trente ans à la réalisation d’un objectif présenté comme un rêve doré : «entrer à l’Ouest».

Les changements progressifs de la politique étrangère de la Russie

Depuis la disparition de l’URSS, les Etats-Unis, soutenus contradictoirement par l’UE jusqu’à leur actuelle subordination absolue à l’OTAN et avec le soutien de moins en moins secret de l’Etat sioniste, ont balayé l’un après l’autre ces pays dont les gouvernements ne se soumettaient pas à leurs desseins : Irak (1991, 2003), Yougoslavie (1999), Afghanistan (2001), Libye (2011).

Jusqu’au cas de la Libye, tout au long de ce processus sanglant, la représentation russe au Conseil de sécurité de l’ONU a voté en faveur de toutes les résolutions soutenant les agressions militaires criminelles de l’impérialisme, y compris la résolution 1244 de 1999 qui a donné carte blanche à l’OTAN pour le bombardement de la nation sœur de la Yougoslavie.

La destruction complète par l’OTAN de la Libye en 2011, le pays le plus développé d’Afrique et le pays qui a soutenu d’importants projets de souveraineté pour le continent, a également été approuvée par le Conseil de sécurité de l’ONU, mais cette fois la Chine et la Russie se sont abstenues.

Ce moment a marqué un tournant dans la politique étrangère russe, qui, alignée sur la Chine, a depuis lors opposé son veto à tous les projets de résolution présentés par l’impérialisme américano-européen pour soutenir son intervention militaire en Syrie. En outre, comme on le sait, la Russie a accepté la demande d’aide militaire du gouvernement syrien, ce qui a contribué de manière décisive à modifier une corrélation des forces dans la région qui était déjà en train de se former. À cet égard, il convient de souligner des événements aussi importants dans la région que la défaite d’Israël en 2006 face à une coalition libanaise dirigée par le Hezbollah, qui a marqué le début du développement de l’axe de résistance anti-impérialiste et antisioniste.7

Les tentatives des dirigeants russes de maintenir de bonnes relations avec l’Occident, y compris leurs surprenantes propositions d’adhésion à l’OTAN, se sont progressivement heurtées depuis 1999, lorsque la Pologne, la Hongrie et la République tchèque ont rejoint l’Alliance, à l’évidence que l’impérialisme anglo-saxon ne cherchait rien d’autre que la désintégration de la Russie avant sa domination. Douze pays de la sphère d’influence de l’URSS ont rejoint l’Alliance depuis 1991, date à laquelle un document8 signé par les ministres des affaires étrangères américain, britannique, français et allemand a garanti à la Russie que l’OTAN ne s’étendrait pas vers l’Est.

Il ne s’agit pas seulement de l’ajout de nouveaux pays. Les manœuvres militaires successives de l’OTAN entérinent matériellement ce que les documents de sécurité nationale américains énoncent clairement : la Russie, suivie immédiatement par la Chine, est l’ennemi principal.9

Un changement progressif mais radical se dessinait donc dans la politique d’alliances politiques, économiques, militaires, culturelles, sportives, etc., qui place la Russie, avec la Chine, comme colonne vertébrale d’un front multipolaire, qui ne s’élargit que sur la base du respect de la souveraineté et de l’indépendance des pays, face à un impérialisme qui n’offre que la politique de la canonnière. J’insiste cependant sur le fait que tout ce processus se déroule avec de grandes contradictions au sein de l’État russe et des structures gouvernementales construites pour des objectifs politiques totalement différents.

Le coup d’État fasciste de février 2014 en Ukraine, conçu, financé et organisé par les États-Unis et l’UE, incluant toutes sortes d’atrocités telles que le massacre de la Maison des syndicats à Odessa, la persécution et la torture de la population de culture russe ou le bombardement quotidien de la population civile du Donbass, était clairement dirigé contre la Russie. Il s’agissait d’une menace imminente de guerre, y compris l’adhésion de l’Ukraine à l’OTAN. Pourtant, un an plus tard, en 2015, la Russie, la France, l’Allemagne et l’Ukraine ont signé l’accord de Minsk sur une solution négociée au conflit du Donbass. Angela Merkel a déclaré en décembre 2022 qu’il n’y avait aucune intention de remplir ses conditions et que l’accord de Minsk avait été signé pour donner à l’Ukraine le temps de s’armer.10

La signature de l’accord de Minsk n’a pas eu lieu parce que la Russie a été dupée, comme on le dit souvent. C’est le dernier acte d’un Etat, taillé sur mesure pour les intérêts occidentaux, qui n’a pas voulu se rendre à l’évidence : l’impérialisme anglo-saxon allait déclarer la guerre à la Russie.

L’opération militaire spéciale, une voie de non-retour.

La décision du gouvernement russe d’intervenir militairement en Ukraine est une étape décisive pour l’avenir de la Russie. Elle la relie directement à un sentiment populaire qui, malgré tout, garde gravé dans son cerveau le souvenir des 27 millions de morts qu’il a fallu à l’URSS pour vaincre le fascisme, et qui constitue une part indélébile de l’identité nationale russe. Ce sentiment populaire, qui inclut une revendication de l’Union soviétique sans qu’elle ait encore été réalisée en tant qu’objectif politique, et qui croît de plus en plus, comme le montrent même les sondages occidentaux, a souffert et souffre des massacres des nazis ukrainiens dans le Donbass et réclame un soutien militaire pour ses milices populaires. Il s’agit aussi de la haine croissante des oligarques, les «nouveaux riches» honnis, et avec elle l’individualisme consumériste identifié à l’Occident.

L’impérialisme joue avec les oligarques comme une cinquième colonne. Eux qui doivent leur fabuleuse fortune à l’Occident et qui faisaient de si juteuses affaires avec leurs banques et leurs multinationales, sont aussi les soutiens de ses politiques. Au cas où ils ne parviendraient pas à exercer leur influence sur l’État, ils ont été la cible d’une grande partie des sanctions. Sentant leur pression et voyant les lourdes pertes subies par leurs entreprises, de grands magnats comme Mordashov (aciéries Everstal, mines d’or NordGold, banque Rossiya), Tinkov (banque numérique Tinkoff), Mixail Fridman (supermarchés DIA et AlfaBank) et quelques autres, se sont élevés contre la guerre, déplorant amèrement la mort d’innocents, s’élevant contre les dépenses militaires, etc.

M. Poutine les a immédiatement fustigés par la parole, les qualifiant de marionnettes de l’Occident et menaçant que «le peuple russe saura comment se débarrasser des traîtres, en les recrachant comme des moustiques qui se seraient accidentellement introduits dans leur bouche». Le traitement a semblé avoir un effet, et les quelques émeutes «anti-guerre» qui ont été déclenchées n’ont rien donné.

Malgré cela, les conflits sous-jacents continuent de se dérouler, face au défi historique que représente la réponse à une confrontation militaire à grande échelle et à long terme avec un ennemi très puissant, avec des appareils d’État conçus à d’autres fins et une structure sociale qui, jusqu’à présent, ne semble pas être consciente que beaucoup de choses doivent changer pour être en mesure de faire face à la situation.

Bien que la prétendue contre-offensive ukrainienne se soit révélée être un fiasco, l’impérialisme ne cessera pas d’inonder le gouvernement de Kiev d’armes de toutes sortes «jusqu’au dernier Ukrainien». «La seule chose que l’Occident ne veut pas faire et ne fera pas, pour l’instant, c’est de mettre son propre peuple sous les balles. Quelque cinq millions d’Ukrainiens, qui ont déjà été vendus à l’Occident pour près d’un milliard de dollars, sont destinés à cette fin. L’élite ukrainienne est très heureuse de cet échange sanglant», souligne M. Kurginyan.

En outre, il rappelle que les mots qui ont indiqué dès le début les objectifs de l’intervention militaire, «dénazification et la démilitarisation de l’Ukraine», ne sont pas un mantra vide, mais montrent au contraire le cœur du problème.11 Le fascisme qui s’est développé en Ukraine, suivi par environ un million de personnes, nourri par l’impérialisme et auquel il a remis toutes les ressources de l’État, est particulièrement bestial et considère les Russes comme son ennemi. Le fascisme qui s’est développé en Ukraine, suivi par environ un million de personnes, nourri par l’impérialisme et auquel il a remis toutes les ressources de l’État, est particulièrement bestial et considère les Russes comme son principal ennemi. Ce serait une grave erreur de sous-estimer cette force, souligne le leader de «Essence of Time».

Ce que la rébellion militaire de Prigozhin a révélé.

Les analyses délirantes des «experts» occidentaux sur les Wagner, qui sont passés pour eux de champions de la liberté à de sales mercenaires, montrent qu’ils n’avaient aucune idée que la rébellion allait se produire et qu’ils ne comprennent pas ce qui se passe en Russie. Tout cela, dit Kurginyan, ne dispense pas le peuple russe d’évaluer en profondeur ce qui s’est passé et, surtout, d’en tirer les conséquences.

Pour créer les Wagner, l’État a investi d’énormes sommes d’argent, des armements et leur a donné de grands pouvoirs, tels que le recrutement. Il a créé, souligne Kurginyan, un système parallèle à celui du Ministère de la défense. Ce système a été mis en place sur ordre du président du gouvernement et dépendait directement de lui. Pourquoi a-t-il été mis en place ? Quand un dirigeant met-il en place un système parallèle, demande Kurginyan ? Il répond : «Premièrement, lorsqu’il soupçonne que le système ne lui est pas entièrement loyal, et deuxièmement, lorsqu’il soupçonne qu’il ne remplit pas les tâches qui lui sont assignées».

La rébellion de Prigozhin a révélé les graves contradictions qui existent. Son échec, croyant qu’une partie importante de l’armée le suivrait, s’il a permis au système, voir le Ministère de la défense, de se confronter directement au système parallèle créé par Poutine et d’éliminer pour le moment la possibilité d’alternatives ; ne l’a pas détruit.

Le jeu interne des forces en présence est devenu évident. La rébellion des Wagner, qui s’est rendue à Moscou sans pratiquement aucune opposition interne, s’est terminée par une grâce et la participation de Prigozhin au sommet Afrique-Russie à Saint-Pétersbourg. En outre, les Wagner se sont vu confier de nouvelles tâches étatiques : la Biélorussie, après la médiation intelligente et opportune de Loukachenko, et l’intervention en Afrique à la demande des nouveaux mouvements anticoloniaux dans divers pays du Sahel.

Les principaux problèmes ne sont pas résolus et sont, au sens strict du terme, structurels. Une partie de l’État russe, c’est-à-dire la représentation des oligarques au sein des pouvoirs publics, plaide pour une paix négociée avec l’Ukraine, presque à n’importe quel prix, et pour un retour aux bonnes relations et aux affaires antérieures, et une autre est consciente du caractère irréversible de la rupture avec l’Occident et de l’ampleur de la confrontation que le peuple russe devra assumer. «Le système existant a été construit pour faire partie de la civilisation occidentale et ne peut donc pas être en guerre avec cette civilisation”, insiste M. Kurginyan. “Il ne peut pas garantir stratégiquement que la Russie résistera longtemps à l’Occident, qui est dix fois plus puissant qu’elle. Si un système créé pour des objectifs anciens ne parvient pas à faire face à la nouvelle situation, il accumulera les dysfonctionnements. Il ne s’agit pas d’individus comme Shoigu, Gerasimov, Surovikin, etc., mais de l’architecture du système, construit pour d’autres tâches, pour d’autres types de guerre».

Le dysfonctionnement essentiel entre le «système», l’appareil d’État et les élites économiques qu’il sert, et les objectifs radicalement différents (la guerre contre l’Occident) auxquels sa création et son fonctionnement répondent, peut conduire au fait que c’est précisément le «système» qui change la réalité, pour la rendre conforme aux objectifs pour lesquels il a été créé. Et si cela devait se concrétiser, demande le leader de l’Essence du Temps, qui devient son principal opposant ? Celui qui l’empêche de faire ce qu’il a toujours fait : travailler trop peu, voler trop et se droguer. Qui est l’empêcheur ? Objectivement : le dirigeant du pays.

Les grands défis de la Russie.

Le pays est confronté à une guerre de longue haleine contre un ennemi très puissant, qui dépasse l’Ukraine et pourrait resurgir en Pologne, dans les pays baltes, etc. Tout cela dans un contexte où les États-Unis se préparent à affronter la grande puissance qui commence à les dépasser et à contester leur hégémonie, la Chine. Dans ce cas, affirme lucidement Kurginyan, «lorsque les États-Unis sont dépassés par un pays selon leurs propres règles, ils ne lui donnent pas un prix, mais changent les règles du jeu. L’introduction de l’agenda environnemental ou la pandémie de Covid sont de bons exemples de changement des règles du jeu».12Et pour affronter la Chine, il ne suffit pas de déstabiliser Taïwan ; les batailles navales ne suffisent pas. Comme l’affirmait le géographe britannique Mackinder, pour qu’un empire maritime domine la planète, il doit d’abord contrôler le «cœur continental», le «pivot du monde», c’est-à-dire la Russie.13

Les prédictions du gouvernement russe quant à une victoire militaire rapide en Ukraine se sont révélées totalement erronées, même si, heureusement, il a identifié comme objectifs la dénazification et la démilitarisation du régime de Kiev. Une fois de plus, le «système» post-soviétique tente d’ignorer la réalité : la Russie n’est pas seulement confrontée à un conflit avec l’Ukraine, c’est une guerre contre l’OTAN. Bien sûr, l’Ukraine doit être dénazifiée et démilitarisée, mais c’est l’Occident qui a mis les fascistes au pouvoir et les a armés jusqu’aux dents.

La Russie est confrontée à une guerre à long terme contre l’OTAN, une guerre de positions, une guerre d’usure, qui ne s’arrêtera pas avec la guerre en Ukraine. À bien des ces égards, cette guerre est encore plus terrible que la Seconde Guerre mondiale et le peuple russe doit connaître la vérité. Et la vérité apprise au cours de la Grande Guerre Patriotique est que cette guerre n’a pu être gagnée que parce que la dictature du prolétariat, c’est-à-dire le prolétariat en tant que classe dirigeante, a été capable de comprendre et de transmettre à l’ensemble de la société soviétique le défi gigantesque qu’elle devait relever : la défense de l’humanité contre le fascisme, de l’humanité contre l’esclavage, de la vie contre la mort. Et tout cela a été résumé dans un slogan très concret : «Tous pour le front, tous pour la victoire». Et le peuple soviétique battait et agissait comme un seul être collectif.

L’énorme puissance que le peuple soviétique a été capable de déployer n’était pas seulement un devoir patriotique. Il défendait également la dictature du prolétariat, la première révolution ouvrière triomphante, et avait donc une dimension internationale, non seulement antifasciste, mais aussi historique pour la classe ouvrière mondiale.

La Russie d’aujourd’hui doit relever de grands défis en affrontant un ennemi qui n’est pas inférieur à celui auquel l’URSS a été confrontée. Kurginyan identifie deux objectifs : premièrement, réaliser un bond scientifique et technique dans le complexe militaro-industriel qui lui permettra de vaincre l’ennemi avec toutes sortes d’armes et d’équipements. Après la destruction des entreprises et des équipements les plus avancés de l’URSS, pour gagner la guerre contre l’OTAN -au-delà de l’Ukraine- il est nécessaire de faire un énorme bond en avant. Les mots prononcés par Staline en 1931 ont été la clé de la victoire dans la Grande Guerre patriotique : «si, dans dix ans, nous ne refaisons pas le chemin qui a coûté 50 à 100 ans aux puissances occidentales, nous serons écrasés». La Russie doit reconstruire la puissante industrie des biens d’équipement, détruite lors de l’effondrement de l’URSS, ce qui est nécessaire pour porter le complexe militaro-industriel au niveau requis. Pour ce faire, elle a besoin de l’aide du système éducatif pour préparer les cadres techniques et les capacités humaines à un rythme accéléré, à l’instar des efforts déployés par la société soviétique dans les années qui ont précédé et suivi la Seconde Guerre mondiale.

L’URSS a pu le faire grâce à l’industrialisation, qui a exigé de l’ensemble de la société qu’elle fonctionne comme un poing en mouvement. Et la grande question est : la Russie d’aujourd’hui, peut-elle le faire ?

Deuxièmement, il est essentiel d’aborder la bataille idéologique, la lutte des idées contre l’impérialisme et le fascisme. Il n’y a pas que l’Ukraine, le fascisme se développe dans toute l’Europe et aux États-Unis. Il est inutile que la Russie s’attende à ce que l’extrême droite la traite mieux que l’élite occidentale actuelle, bien au contraire, affirme M. Kurginyan. En outre, le moral de l’armée baissera s’il n’y a pas de travail idéologique puissant et si la société n’est pas pénétrée par cet élan spirituel. Et «si les réjouissances à l’arrière ne disparaissent pas, si le vol ne disparaît pas», prévient-il, «la victoire dans une guerre longue est impossible». La guerre de l’information ne doit pas être menée dans la langue des moutons. Kurginyan préconise un système de mobilisation, de déploiement et de formation de nouveaux cadres capables de transformer les «sous-moutons» en «chiens-loups». Et il ne s’agit pas de sortir les drapeaux et de donner des leçons de patriotisme dans les écoles, mais de mobiliser un million de personnes du côté antifasciste. Mais jusqu’à présent, souligne-t-il, tout a été fait pour éviter cela.

Le problème fondamental est de savoir comment réveiller la force vitale nécessaire pour galvaniser une société qui a adhéré au mythe idéologique du capitalisme et qui vit largement dans l’ignorance de ce qui se passe sur le front ; une classe ouvrière démoralisée et impuissante face au vol quotidien de l’oligarchie et qui n’a pas réhabilité les «blessures de la conscience», car cela ne peut se faire qu’en reprenant le fil historique de la lutte pour son émancipation.

Kurginyan propose d’activer le printemps antifasciste qui est sans aucun doute très puissant en Russie. La question est de savoir si la compréhension historique collective et internationale de ce qu’implique le fascisme et, surtout, l’action cohérente pour empêcher son triomphe (Quel qu’en soit le prix, Tous pour le front, Tous pour la victoire) peuvent être abordées sans la reconstruction de l’outil qui concentre la force des travailleurs et du peuple : le parti communiste.

La lutte est internationale

La situation internationale actuelle présente des similitudes avec la Seconde Guerre mondiale. La volonté manifeste de l’Allemagne nazie de contrôler le monde est aujourd’hui ouvertement représentée par l’impérialisme anglo-saxon, plongé dans une crise économique terminale et dont le déclin de l’hégémonie le pousse à la guerre comme seule option.

Après la défaite de la République espagnole et à l’apogée du fascisme, l’Allemagne a occupé les pays européens les uns après les autres sans grande résistance. Aujourd’hui, la soumission de l’UE à l’OTAN, dirigée d’une main de fer par les États-Unis, dont le territoire est truffé de bases militaires, est absolue.

La vassalité de la politique économique européenne, y compris l’autodestruction, aux intérêts américains l’est tout autant. À cela s’ajoutent la colonisation culturelle et le contrôle des médias, dans un contexte politique de montée du fascisme, aujourd’hui comme hier, facilitée par la social-démocratie.

C’est dans ce contexte qu’il faut analyser le soutien économique et militaire massif de l’impérialisme à l’Ukraine nazie. Il ne s’agit pas seulement d’utiliser le peuple ukrainien comme chair à canon. L’alliance est beaucoup plus intime et beaucoup plus ancienne. C’est la continuité même du nazisme allemand dans les appareils politiques et militaires des États-Unis et de l’OTAN14 , c’est la haine primitive de tout ce qui est russe chez les brandisseurs de drapeaux ukrainiens et, surtout, c’est le fascisme avec sa suppression des droits et des libertés, avec sa répression sauvage et sa militarisation sociale, dont a besoin le capitalisme en crise irréversible et la guerre impérialiste à grande échelle qui se prépare.

C’est le peuple russe, comme le peuple soviétique hier, qui a compris que c’est sa propre identité et son existence en tant que peuple qui sont en jeu ; bien que, comme nous l’avons vu, bien qu’il ait été capable de réagir en s’attaquant à la menace ukronazie, sa situation objective et subjective est loin d’être ce qu’elle était à l’époque.

Comme nous l’avons analysé, il n’y a pas de solution en vue aujourd’hui à la question de savoir si le peuple russe sera capable ou non de réaliser les transformations révolutionnaires qui lui permettront d’affronter avec succès les tâches vitales pour son avenir et pour le reste des peuples. Ce qui est certain, c’est qu’après trente ans de domination idéologique, le peuple russe démontre par ses actes – sûrement parce que l’héritage qu’il a reçu est si puissant – qu’il n’a pas été plié. Le soutien populaire écrasant et incontesté à l’intervention militaire contre le fascisme en Ukraine en est un excellent exemple.

Ce qui est une réalité incontestable, tant pour le peuple russe que pour le reste des peuples du monde – en particulier ceux d’Europe -, c’est que nous nous dirigeons vers une ère de grande instabilité politique caractérisée par de profonds changements destructeurs des moyens de production et des conditions de vie de millions de personnes et par l’imposition d’un scénario de guerre permanente d’intensité variable contre la Russie et la Chine.

Août 2023

1 https://rossaprimavera.ru Sa caractérisation politique et la traduction en espagnol de certaines de ses principales publications sont disponibles ici : https://eu.eot.su/es/acerca-de/

2 https://apuntesdedemografia.com/2022/03/18/el-misterio-de-la-mortalidad-en-rusia/

3 Maestro, A. (2020) Crisis capitalista, guerra social en el cuerpo de la clase obrera. https://www.lahaine.org/b2img10/Angeles_Maestro_ESP.pdf

4 https://rossaprimavera.ru/video/afb341fb

5 La tentative américaine de coloniser la Russie avec des groupes évangéliques immédiatement après l’effondrement de l’URSS, comme ils l’avaient fait en Amérique latine, n’a toutefois pas abouti.

6 https://tsargrad.tv/news/sekret-firmy-s-chego-nachalos-unichtozhenie-sssr_439718

7 L’Axe de la Résistance est un bloc historique laïque, anti-impérialiste et anti-sioniste qui cherche à dépasser les divisions de nature religieuse ou ethnique imposées par l’impérialisme, en unissant les peuples dans un projet commun d’indépendance et de souveraineté sur leurs ressources. Dirigé par le Hezbollah, il regroupe la résistance palestinienne, des organisations iraniennes, syriennes, yéménites et irakiennes.

8 https://espanol.almayadeen.net/news/politics/1558112/otanprometi%C3%B3-en-1991-no-expandirse-ni-una-pulgada-hacia-el

9 https://www.nytimes.com/2016/02/03/opinion/the-pentagons-top-threat-russia.html?_r=0

10 https://www.msn.com/fr-fr/divertissement/actualite/angela-merkel-les-accords-de-minsk-ont-%C3%A9t%C3%A9sign%C3%A9s-pour-donner-du-temps-%C3%A0-l-ukraine/vi-AA152UVJ

11 https://rossaprimavera.ru/video/c98f9bd3

12 https://rossaprimavera.ru/video/81bf7a03

13 https://archivo.kaosenlared.net/las-contradicciones-entre-el-imperialismo-estadounidense-y-el-europeo-controlar-elpivote-del-mundo/index.html

14 https://cnc2022.wordpress.com/2023/03/07/el-imperialismo-anglosajon-la-otan-y-el-fascismo-caras-de-la-mismamoneda