[Portugués]

Ángeles Maestro1

Durante la pandemia, en un muro frente a mi casa, alguien escribió con letras muy grandes: INTENTA ENTENDER ALGO”. Efectivamente, la voluntad de intentar comprender la lógica, las causas de los acontecimientos, sobre todo los que nos sacuden con fuerza inusitada, es probablemente lo que define mejor la esencia humana.

Para comprender el mundo que nos rodea, condición indispensable para poder tomar decisiones adecuadas que permitan resolver nuestros problemas, no hay instrumento más útil que el análisis marxista. El desarrollo del sistema edificado sobre la explotación del trabajo humano, revela cómo la precarización generalizada de las condiciones laborales y la destrucción masiva de empresas es la única respuesta posible del capitalismo en crisis, ante la imposibilidad de mantener el crecimiento de la tasa de ganancia.

La centralización y concentración de capital es una constante histórica del desarrollo capitalista, acelerada en cada episodio de crisis. Se acompaña de la sustitución progresiva de fuerza de trabajo humana por máquinas, lo que conlleva la reducción constante de la producción de valor. Como Marx demostró sólo el trabajo del ser humano produce plusvalía, y su apropiación por parte de quien detenta la propiedad privada de los medios de producción es la columna vertebral del capitalismo.

Ese proceso de sustitución de capital vivo, el trabajo humano, por capital muerto, las máquinas, tiene un límite objetivo, material, llegado al cual la tendencia al crecimiento de la tasa de ganancia se detiene y las relaciones sociales capitalistas de producción empiezan a tener problemas para reproducirse.

En estos momentos, los centros dirigentes de la oligarquía mundial cuyo centro es el Foro Económico Mundial de Davos, ante la evidencia de que en las condiciones actuales el capitalismo es insostenible se plantean llevar a cabo cambios drásticos, un “Gran Reseteo” lo llaman, una modificación general de las reglas del juego, que garantice a las élites del imperialismo euro-estadounidense mantener el control del poder.

Los instrumentos de la llamada IV Revolución Industrial: robótica, nanotecnología, neurociencia, inteligencia artificial, biotecnología, etc, que de estar en manos de la clase obrera permitirían reducir significativamente la jornada laboral y sustituir por máquinas los trabajos más penosos, permiten a la burguesía llevar a cabo una destrucción masiva de empresas y de puestos de trabajo que calculan superior al 40%, fundamentalmente en los países más industrializados. La inteligencia artificial inserta en la lógica de la mercancía, contra la humanidad, es en realidad una empresa «tecnológica» al servicio de las mismas ofensivas económicas y políticas que intentan sustentar la esperanza de supervivencia del mercado mundial.

Esta destrucción masiva de empleo, mantendría solo los puestos de trabajo de personal altamente cualificado, y se cebaría en los sectores más precarizados en los que predominan las mujeres y la clase obrera inmigrante. Además, y en unas condiciones en las cuales la resistencia obrera está enormemente fragmentada y debilitada, la ofensiva se acompaña de la precarización creciente y de la privatización y degradación de los servicios públicos y de las pensiones.

La explotación capitalista, exacerbada en las condiciones actuales, aliena al ser humano, lo cosifica y lo convierte, en palabras de Marx, en “la más miserable de todas las mercancías”. Y no es sólo el robo en el salario de la plusvalía que la clase obrera produce. La miseria, la individualización y la competitividad aplastan la dignidad, la creatividad, la cooperación inherente al desarrollo de la humanidad, y en definitiva, la esencia humana. Este proceso de deshumanización se expresa en el aumento sin precedentes de la enfermedad mental y el suicidio, como gritos de angustia y como síntomas inocultables del malestar social que el capitalismo genera.

La respuesta del poder burgués, ante su incapacidad estructural para resolver los problemas de la inmensa mayoría, es la inducción al consumo masivo de medicamentos, como ansiolíticos y antidepresivos, o de drogas cada vez más aniquiladoras, especialmente entre la juventud, como el fentanilo, para que la desesperación, ante la falta total de expectativas, no se transforme en revuelta social.

Las desigualdades sociales y la misera de millones de personas, alcanzan niveles crecientes. Algunos datos son ilustrativos de la violencia social cotidiana que esta situación produce: una criatura menor de 10 años muere de hambre cada cinco segundos, 57.000 personas mueren cada día por causas perfectamente prevenibles, 500.000 mujeres mueren cada año al dar a luz, la mayoría de ellas por una prolongada falta de alimentos durante el embarazo, y más de mil millones, de los ocho mil millones que habitamos el planeta sufren desnutrición grave y permanente y mutilaciones. Todo ello cuando hoy existen las capacidades técnicas para alimentar al doble de la población mundial.

Frente a ello, la ideología dominante, que es la ideología de las clases dominantes, reproduce a través de los medios de comunicación el viejo discurso catastrofista de Malthus de que el crecimiento demográfico es insostenible.

El control absoluto de los medios de información y de creación de opinión es la herramienta del poder mediante la que se inocula el miedo como mecanismo de control social. Al mismo tiempo, el debilitamiento del movimiento obrero, la destrucción de la conciencia de clase y del poder de la clase obrera, han permitido establecer la creencia de que, a pesar del hundimiento de las condiciones de vida del proletariado, no hay alternativa posible al capitalismo.

Durante la pandemia Covid, los métodos de terrorismo de Estado apoyados por las fuerzas armadas y policiales, con el cierre de empresas, el confinamiento, la compulsión a la vacunación con fármacos experimentales, el pase Covid, la mascarilla obligatoria, etc, permitieron llevar a cabo, sin sustento científico alguno, el mayor experimento de control social realizado nunca en tiempos de paz. Los grandes centros de poder, financiados por la industria farmacéutica, como la OMS o las agencias del medicamento (la EMA de la UE, y la FDA de EEUU), con el apoyo de los gobiernos fueron capaces de extender el terror. La censura de opiniones críticas, incluso de los científicos más reconocidos, y el soborno de políticos, de autoridades sanitarias y de medios de comunicación, sobre todo en los países centrales del capitalismo, se extendió sin resistencia alguna por parte de partidos de izquierda y de sindicatos2.

Esa estrategia, que consiguió borrar de un plumazo derechos y libertades durante la pandemia, pretende perpetuarse instaurando mecanismos dictatoriales, a través de marcos jurídicos, como las leyes de Seguridad Nacional, que se están aprobando por parte de los Parlamentos de todos los países miembros de la UE. Emergencias sanitarias, climáticas, alimentarias, financieras, económicas o militares, declaradas – según su criterio – por los Gobiernos respectivos permitirán, no sólo reeditar las normas instauradas durante el Covid, sino imponer a toda la población prestaciones obligatorias, el control absoluto de los medios de comunicación o la eliminación de las normas vigentes de transparencia de las administraciones públicas.

El convencimiento de que la ofensiva de la oligarquía imperialista euro-estadounidense, de la que forma parte la guerra prolongada de la OTAN contra Rusia y China, la desindustrialización de la UE, la fascistización de los países europeos – que implica el aumento de los gastos militares para financiar y armar a los nazis de Ucrania – coloca a la clase obrera europea y mundial ante retos semejantes a los que desencadenaron la II Guerra Mundial.

La oligarquía capitalista no tiene más alternativa que la destrucción, la fascistización y la guerra.

La reconstrucción del poder organizado del proletariado, de su independencia de clase frente a la burguesía y del carácter internacional de su lucha, exigen hoy abordar la tarea histórica de reedificar el partido comunista3. La única forma de evitar que las previsibles revueltas sociales desemboquen en masacres es plantear la necesidad ineludible de la conquista del poder político por la clase obrera y la construcción del socialismo. Se trata hoy, no sólo de la emancipación del proletariado, sino de la esperanza de toda la humanidad.

Octubre de 2023

1Ángeles Maestro es médica, Técnico Superior de Salud de Salud Pública y militante de la Coordinación de Núcleos Comunistas.

2La Coordinación de Núcleos Comunistas, prácticamente en solitario´en el Estado español, denunció documentadamente la estrategia de control social llevada a cabo con el pretexto del Covid.

3https://cnc2022.wordpress.com/wp-content/uploads/2022/03/el-covid-como-pretexto-organizaciones-revolucionarias_web-1.pdf

[Portugués]

Tentando juntar as peças do puzzle, para entender

Ángeles Maestro[*]

Controle e certificados.

Durante a pandemia, num muro frente à minha casa, alguém escreveu com letras muito grandes: “TENTA ENTENDER ALGO”. De facto, a vontade de tentar compreender a lógica, as causas dos acontecimentos, sobretudo aqueles que nos sacodem com força inusitada, é provavelmente o que melhor define a essência humana.

Para compreender o mundo que nos cerca, condição indispensável para poder tomar decisões adequadas que permitam resolver nossos problemas, não há instrumento mais útil do que a análise marxista. O desenvolvimento do sistema edificado sobre a exploração do trabalho humano revela como a precarização generalizada das condições laborais e a destruição maciça de empresas é a única resposta possível do capitalismo em crise, diante da impossibilidade de manter o crescimento da taxa de lucro.

A centralização e concentração de capital é uma constante histórica do desenvolvimento capitalista, acelerada em cada episódio de crise. É acompanhada pela substituição progressiva de força de trabalho humana por máquinas, o que implica a redução constante da produção de valor. Como demonstrou Marx, só o trabalho do ser humano produz mais-valia e a sua apropriação por parte de quem detenha a propriedade privada dos meios de produção é a coluna vertebral do capitalismo.

Esse processo de substituição de capital vivo, o trabalho humano, por capital morto, as máquinas, tem um limite objetivo, material, chegado ao qual a tendência ao crescimento da taxa de lucro se detém e as relações sociais capitalistas de produção começam a ter problemas para reproduzirem-se.

Neste momento, os centros dirigentes da oligarquia mundial – cujo centro é o Fórum Económico Mundial de Davos – perante a evidência de que nas condições atuais o capitalismo é insustentável, pretendem executar mudanças drásticas. Chamam-nas de “Great Reset” (Grande Reinicialização), uma modificação geral das regras do jogo que garanta às elites do imperialismo euro-estado-unidense manter o controle do poder.

Os instrumentos da chamada IV Revolução Industrial – robótica, nanotecnologia, neuro-ciência, inteligência artificial, biotecnologia, etc – que se estivessem nas mãos da classe trabalhadora permitiriam reduzir significativamente a jornada laboral e substituir por máquinas os trabalhos mais penosos, permitem à burguesia executar uma destruição maciça de empresas e de postos de trabalho que estimam superior a 40%, fundamentalmente nos países mais industrializados. A inteligência artificial inserida na lógica da mercadoria, contra a humanidade, é na realidade um empreendimento “tecnológico” ao serviço das mesmas ofensivas económicas e políticas que tentam sustentar a esperança de sobrevivência do mercado mundial.

Esta destruição maciça de emprego manteria só os postos de trabalho de pessoal altamente qualificado e em detrimento dos sectores mais precarizados, nos quais predominam as mulheres e a classe trabalhadora imigrante. Além disso, nas condições em que a resistência dos trabalhadores está enormemente fragmentada e debilitada, a ofensiva é acompanhada pela precarização crescente e pela privatização e degradação dos serviços públicos e das pensões.

A exploração capitalista, exacerbada nas condições atuais, aliena o ser humano, coisifica-o e converte-o, nas palavras de Marx, na “mais miserável de todas as mercadorias”. E não se trata só do roubo no salário da mais-valia que a classe trabalhadora produz. A miséria, a individualização e a competição esmagam a dignidade, a criatividade, a cooperação inerente ao desenvolvimento da humanidade e, em definitivo, a essência humana. Este processo de desumanização exprime-se no aumento sem precedentes das doenças mentais e do suicídio, como gritos de angústia e como sintomas inocultáveis do mal-estar social que o capitalismo gera.

A resposta do poder burguês, diante da sua incapacidade estrutural para resolver os problemas da imensa maioria, é a indução ao consumo maciço de medicamentos, como os ansiolíticos e anti-depressivos, ou de drogas cada vez mais aniquiladoras, especialmente entre a juventude, como o fentanil, para que o desespero diante da falta de expectativas não se transforme em revolta social.

As desigualdades sociais e a miséria de milhões de pessoas atingem níveis crescentes. Alguns dados são ilustrativos da violência social quotidiana produzida por esta situação: uma criatura com menos de 10 anos morre de fome a cada cinco segundos; 57 mil pessoas morrem a cada dia por causas perfeitamente preveníveis; 500 mil mulheres morrem a cada ano ao dar a luz, a maioria delas devido a uma prolongada falta de alimentos durante a gravidez, e mais de mil milhões, dos oito mil milhões de habitantes do planeta, sofrem desnutrição grave e permanente e mutilações. Tudo isso quando hoje existem as capacidades técnicas para alimentar o dobro da população mundial.

Frente a isto, a ideologia dominante, que é a ideologia das classes dominantes, reproduz através dos media o velho discurso catastrofista de Malthus de que o crescimento demográfico é insustentável.

O controle absoluto dos meios de informação e de criação de opinião é a ferramenta do poder mediante a qual se inocula o medo como mecanismo de controle social. Ao mesmo tempo, o debilitamento do movimento dos trabalhadores, a destruição da consciência de classe e do poder da classe trabalhadora, permitiram estabelecer a crença de que, apesar do afundamento das condições de vida do proletariado, não há alternativa possível ao capitalismo.

Durante a pandemia Covid, os métodos de terrorismo de Estado apoiados pelas forças armadas e policiais, com o encerramento de empresas, o confinamento, a compulsão à vacinação com fármacos experimentais, o passe Covid, a máscara obrigatória, etc, permitiram executar – sem sustentação científica alguma – o maior experimento de controle social jamais realizado em tempos de paz. Os grandes centros de poder, financiados pela indústria farmacêutica, como a OMS ou do medicamento (a EMA da UE e a FDA dos EUA), com o apoio dos governos foram capazes de estender o terror. A censura de opiniões crítica, inclusive dos cientistas mais reconhecidos, e o suborno de políticos, de autoridades sanitárias e de meios de comunicação, sobretudo nos países centrais do capitalismo, estendeu-se sem resistência alguma da parte dos partidos de esquerda e dos sindicatos [1].

Essa estratégia, que conseguiu apagar de uma penada direitos e liberdades durante a pandemia, pretende perpetuar-se instaurando mecanismos ditatoriais, através de disposições jurídicas, como as leis de Segurança Nacional, que estão a ser aprovadas pelos Parlamentos de todos os países membros da UE. Emergências sanitárias, climáticas, alimentares, financeiras, económicas ou militares, declaradas – segundo seu critério – pelos governos respectivos permitirão não só reeditar as normas instauradas durante o Covid como impor a toda a população prestações obrigatórias, o controle absoluto dos meios de comunicação ou a eliminação das normas de transparência em vigor nas administrações públicas.

O convencimento de que a ofensiva da oligarquia imperialista euro-estado-unidense, da que faz parte a guerra prolongada da NATO contra a Rússia e a China, a desindustrialização da UE, a fascistização dos países europeus – que implica o aumento dos gastos militares para financiar e armar os nazis da Ucrânia – coloca à classe trabalhadora europeia e mundial diante de reptos semelhantes aos que desencadearam a II Guerra Mundial.

A oligarquia capitalista não tem outra alternativa senão a destruição, a fascistização e a guerra.

A reconstrução do poder organizado do proletariado, da sua independência de classe frente a burguesia e do caráter internacional da sua luta exigem hoje abordar a tarefa histórica de reedificar o partido comunista [2]. A única forma de evitar que as previsíveis revolta sociais desemboquem em massacres é estabelecer a necessidade iniludível da conquista do poder político pela classe trabalhadora e a construção do socialismo. Trata-se hoje não só da emancipação do proletariado como da esperança de toda a humanidade.

[1] A Coordenação de Núcleos Comunistas, praticamente em solitário no Estado espanhol, denunciou documentadamente a estratégia de controle social executada com o pretexto do Covid.
[2] cnc2022.files.wordpress.com/2022/03/el-covid-como-pretexto-organizaciones-revolucionarias_web-1.pdf

02/Outubro/2023

[*] Médica, Técnica Superior de Saúde Pública e militante da Coordenação de Núcleos Comunista (Espanha).

Este artigo encontra-se em resistir.info